jueves, 31 de julio de 2008

COMPLICES

Voy a buscar un amigo, tenemos una cita de trabajo, él labora en un banco, es un edificio nuevo y moderno, de los que últimamente han invadido Lima. En la recepción pregunto por él, me piden mi DNI, me dan un pase y me informan que suba hasta el piso 25, esa es su oficina. Busco un ascensor, entro con las justas, ya la puerta casi se cerraba. Somos 8 personas dentro, en la subida se van bajando algunos en los distintos pisos. Cuando sólo faltan 3 pisos para llegar mi destino se detiene de una manera brusca, queda a oscuras, contengo la respiración, siento miedo, trato de calmarme. Ahora somos 4. Escucho la voz de uno de ellos:

-Calma, debe ser algo momentáneo.
-Seguramente, estas cosas suelen suceder,
digo yo sin creerme ni media palabra.

Han transcurrido varios minutos y no hay señales que el ascensor vuelva a funcionar, la tensión aumenta, una chica sugiere que llamemos a los bomberos, una señora dice que no seamos tan desesperados. Sacamos nuestros celulares pero es absurdo, no hay señal ahí y el único que tiene señal no tiene crédito. Maldigo a la Telefónica.

-Sería bueno que nos presentemos, sugiere la misma anónima voz que pidió calma.

Todos guardamos silencio, nadie se anima, pienso que es el último lugar para socializar. Dan el primer paso:

-Soy Claudia, trabajo acá en el banco, soy sectorista.
-Yo soy Matilde, vine a dejar unos encargos que mi jefa se olvidó.
-Pues yo soy Manuel, Manolo para los amigos, trabajo en una aseguradora.


Es mi turno, no sé qué decir, tengo deseos de mentir.

-Soy Diego, vine a buscar un amigo y me quedé atrapado igual que ustedes.

Decido sentarme, ya ha pasado cerca de una hora y me siento cansado, casi al instante todos hacen lo mismo, Claudia dice que quiere fumar, yo secundo su deseo, Manuel dice que él no fuma y que éste es un lugar público, por lo tanto está prohibido, le preguntamos a Matilde, ella dice que le da igual, que a su edad nada le hace daño, decidimos que es mayoría. Claudia saca una cajetilla, me invita uno, siento que ese cigarrillo me calma la ansiedad, Manuel no deja de quejarse.

Sigue transcurriendo el tiempo, ahora hace calor, me saco la chaqueta, Manuel hace lo mismo y bebe agua de una botella, no le ofrece a nadie y se termina el agua. Claudia se echa aire con unos papeles, Matilde se ha quedado dormida y empieza a roncar, es un sonido tétrico, como si se ahogara, luego habla dormida:

"No señora, le juro que no es mi culpa" , "como no te mueres vieja maldita", "ahora vas a saber lo que es bueno", "amargada, lo que te falta es que te tire un burro arrecho".

No podemos evitar reír, nos interrogamos a quién se referirá. Claudia nos dice algo:

-Tengo ganas de orinar.

No sabemos qué hacer, el espacio es reducido, le digo que aguante - ya nos sacaran- me dice que no puede aguantar mucho. Suena realmente desesperada. Cojo la botella vacía de Manuel y se la alcanzo:

-Prueba tu puntería.
-Siempre fui mala con el tiro al blanco.

Claudia no pide que volteemos, se baja el pantalón y la ropa interior con total naturalidad, pone la botella bajo su vagina y suelta la orina, a pesar de la falta de luz se puede distinguir claramente. Veo que no derramó nada.

-Felicitaciones, veo que mejoraste la puntería.
-No podía defraudar a mi publico.
-Que cochinos,
tercia Manuel.

Matilde despierta, pregunta por ese olor tan fuerte , Claudia se ríe:

-Soy yo que he meado mientras usted hablaba dormida.
-Jesús, María y José ¿hablé dormida? Ay dios mío, qué cosas habré dicho.

Manuel le recuerda algunas frases, Matilde se disculpa, Claudia le pregunta a quién se refería.

-A nadie señorita.
-Ya pues Matilde, yo no soy cojuda, cuentanos.
-¿Cómo se le ocurre?

De pronto Claudia propone algo:

Contemos todos un secreto, uno que en verdad lo sea, que sólo quede acá, dentro de este ascensor. Manuel guarda silencio, Matilde acepta divertida, yo me resigno. Claudia es la primera en animarse:

Tengo una hija de 6 años que se llama Sofía y un novio al cual detesto, solamente estoy con él porque sé que va heredar un buen dinero de parte de su padre, lo detesto tanto que lo engaño con su propio hermano, la sola idea de cagarlo y joderlo me agrada demasiado como para dejarlo.

-¿Por qué lo detestas tanto? pregunta Manuel.

Es el ser mas antipático del mundo y encima tiene una horrible costumbre: Comerse tres cebollas enteras todos los días, las pela y se las come sin más, como si fueran manzanas, todo el día huele a cebolla, su aliento es nauseabundo, por él odio las cebollas, por su dinero es que voy a casarme con él: Tomar ese dinero que va heredar y asegurar el futuro de mi hija, no quiero que Sofía tenga que soportar un malnacido que apeste a cebolla todo el día.

Nos quedamos pensando, trato de no imaginar a su novio tragándose las cebollas, siento que ahora también las odio yo.

-Bueno es mi turno, dice Manuel.

Hace 10 años trabajaba en una fábrica de cocinas, en el turno de noche, tenía un compañero muy divertido, él trabajaba en otra sección, pero todas las noches venía donde yo estaba y conversábamos sobre varias cosas. Un día vino muy enojado, me dijo que yo lo había acusado con los jefes, que les había dicho que él dejaba su puesto y se venía al mío a vagar, a dormir, le dije que era mentira, porque en verdad yo nunca lo acusé. Él no me creyó, me dijo que era un hipócrita y me empujó, me insultó, luego me escupió a la cara , no soporté más y lo empujé, se tropezó con unas cajas que habían detrás y se golpeó la cabeza, pensé que bromeaba, luego que se había desmayado de verdad, no supe qué hacer, intente reanimarlo, luego noté que no respiraba, que había muerto, me asusté mucho, lo cargué y lo deje en su sección, luego volví a la mía y no dije nada. Al día siguiente en la mañana llego su reemplazo y lo encontró ahí tirado, se alarmó, llamó a seguridad, llegó la policía, nadie había visto nada, concluyeron que había sido un accidente, que quizás resbaló o se quedó dormido. Recuerdo que acudí a su velorio, que luego de eso nos redujeron las horas de trabajo. Nunca nadie supo que yo lo maté.

Ninguno de nosotros se sorprende, tampoco duda de la veracidad de su relato. Ahora es Matilde quien empieza hablar:

Trabajo de doméstica en casa de una señora, usted la debe conocer señorita Claudia, es doña Graciela, es gerente de recursos humanos, el asunto es que es una persona muy mala, nunca me paga mi sueldo completo, no me da permiso para salir los domingos, siempre me está gritando e incluso me acusa de que le robo sus cosas, la vieran a la vieja: todos los fines de semana se emborracha y empieza gritar ¡Rubén! ¡Rubén! Como una loca, no se quién es el maldito Rubén pero ella se pone mal por ese tipo, luego me llama y pide que le diga que es bonita, que ella no se merece ser abandonada, yo se lo digo nomás para que no me joda la patrona. Luego ya se queda dormida en cualquier lugar de la casa, pero yo me vengo todos los días: Le cocino y en las noches cuando va cenar escupo su plato, trato de escupir lo más fuerte que pueda, incluso una vez mezclé una cucaracha en su comida, como la vieja estaba tan borracha ni cuenta se dio. Ahora estoy averiguando con qué la puedo envenenar de a pocos, sin que lo note, quiero que sufra primero.

-Es tu turno, me arrincona Claudia.

En mi familia todos creen que trabajo, pero éso es mentira, no trabajo, me dedico a robarle a la gente que retira dinero del banco, justamente por eso estaba acá, había venido a ver a mi contacto, por si no lo saben trabajo con alguien directamente del banco, cuando un cliente va hacer un retiro fuerte de dinero, él me manda un mensaje en clave al celular, luego intercepto a la victima, le pongo una pistola en la cara, se mea del miedo, me da todo su dinero, lo amenazo con matarlo si me denuncia. Espero unos días que se calme el asunto y le doy a mi contacto la parte que le corresponde, justo a eso venía ahora, a darle su parte.

Me miran con curiosidad, Matilde me pregunta si es qué no quiero asaltar a su patrona, Claudia me propone secuestrar a su novio y compartir el rescate, Manuel me dice si es qué necesito un socio que me lave el dinero. Agradezco tantas muestras de cariño y digo que no, que por ahora todo está bien así. De pronto se encienden las luces, el ascensor empieza a moverse, llegamos al primer piso, abajo nos espera personal de seguridad del banco, nos preguntan si estamos bien, decimos que si, Claudia le da la botella que meó a uno de ellos: "Toma , de recuerdo" y se va, lo mismo hacemos los demás: Nos vamos sin decirnos nada , sin despedirnos, sabemos que nunca olvidaremos este día, que todos tenemos un nuevo cómplice de nuestros secretos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

-Felicitaciones, veo que mejoraste la puntería.
-No podía defraudar a mi publico.

Jajajaja, más dialogo loco, para despertarme bien y reirme con tus ocurrencias.....queria otro final pero ese es tu rollo ya rolludo :P