miércoles, 28 de mayo de 2008

SANTO SUDARIO

Llegué cuando el partido ya había comenzado, confieso que dude mucho en ir. Lo primero que hice fue comprobar si te habías animado a asistir a esa ultima pichanga con tus amigas u optaste por esperar en tu casa para luego ir al aeropuerto (Esa noche salía tu vuelo de regreso a Montreal). Tuve la certeza de tu presencia al ver en el estacionamiento el auto de tu hermana: Ahí estaba ese flamante Susuki Swift con lunas polarizadas.

Me acomodé en el sector más lejano al campo, me "escondí" tras mis lentes oscuros y un gorro. Me puse a observarte a tí y no el partido que disputabas. Mientras te miraba pensaba que hace apenas dos días te había conocido en persona (llevábamos casi un año hablando vía chat) y sólo habíamos hechos dos cosas: Tener sexo de todas las maneras (im)posibles y pelear destempladamente la noche anterior: Te había dicho que no podía quedarme a dormir contigo, tú dijiste que no te quería y que sólo deseaba pasar el rato contigo. Me echaste de tu casa insultándome: "Eres un inmaduro de mierda, vives pensando en que la lotería te va arreglar la vida".

No fue sino el sonido del silbato del árbitro que dio por concluido el encuentro lo que me sacó de ese pensamiento. Te abrazaste con tus amigas, esos cariños no sólo eran por el triunfo que habían logrado (luego me contarías que habías anotado el gol decisivo) si no porque sabían que no se volverían a ver en muchos años más. Luego cuando te retirabas hacia los vestidores me acerqué a ti:

-Hola "F" ¿cómo estás?

Volteaste y al reconocerme te sorprendiste.

-Hola, no pensé que vendrías.
-Cómo no iba venir, no me podía perder esta exhibición de buen fútbol.
-Jajajajaja, en verdad me has sorprendido loco.
-No estaba tan seguro de venir luego de lo de anoche.
-Olvídalo, ya sabes, soy medio loca a veces.
-¿A veces?
-Ya no empieces, ¿Me esperas? me ducho y salgo.
-Claro, sería bueno conversar.

No había terminado de sentarme cuando apareciste nuevamente frente a mí:

-¿Qué pasó?
-No hay agua en las duchas.
-No jodas ¿Y ahora?
-Me iré así nomás a mi casa.
-No queda otra.
-Vamos.

Nos subimos al auto, pusiste "Smoke Gets In Your Eyes" una vieja canción de "The Platters" que te gustaba mucho, me miraste y sonreíste, sabía que a través de ese gesto dabas por olvidada la pelea de ayer. Yo correspondí tu sonrisa besando tu nariz:

-No me beses que he sudado.
-Así me gusta besarte mas.
-¿En serio?
-Claro, sabes que sí, ya te lo había dicho.
-¿Y te había dicho que estás loco?
-Si, y yo te había dicho que si, pero que esta locura es sólo por ti.
-Te voy extrañar.
-Yo también a ti, ojalá pudiéramos cambiar las cosas para así poder quedarnos juntos.
-Ambos sabemos que no es así.
-Eso es lo mas triste, ojalá se arreglen mis papeles rápidos y pueda viajar para estar contigo
(Durante esos dos días juntos habíamos hecho planes para arreglar mi visa y poder viajar Montreal).

Íbamos hablando de distintas cosas, me contabas de tu álgido encuentro con tu padre -un Pastor evangélico amante de la Biblia y las chicas jóvenes- me dijiste que te molestó que sólo te pidiera dinero y ni siquiera se interesara por preguntarte cómo te iba en tus estudios o el trabajo. Yo te escuche atentamente. Luego te empecé a molestar con el uniforme que te habías puesto para jugar esa tarde: Un short azul apretadísimo y una camiseta de la "U" que yo te había regalado con la intención de molestarte (eres una sufrida hincha aliancista) y que usaste de puro amor por mí. Toqué tu pierna, intente besarte, sacaste la cara, reíste.

-No seas loco, vamos a chocar.
-No me aloques.


De pronto giraste el timón a la derecha, estacionaste en una calle sin salida, te montaste encima de mí y empezaste a besarme.

-Me encantas, alcancé a decir mientras pasaba mi lengua por tu cuello.
-Me vuelves loca chico.

Con una audacia que el mismo David Copperfield envidiaría, te saqué la ropa, pude probar el sabor salado de tu sudor, el contacto de tu cuerpo meloso me excitó aun más. Introduje mi sexo en tí, gemiste, me abrazaste más fuerte, mordiste mi boca hasta sangrar:

-Pégame, gritaste.
-No
-Pégame mierda.
-Pídemelo bien.
-Pégame maldito,
suplicaste.

Te tiré una cachetada, jalé tu cabello, abrí tu boca y escupí en ella.

-Me encanta tu saliva.
-Me encanta tu olor, tu sabor, tu sudor.
-Soy tu perra, sólo tuya mierda.

Luego empezaste a cabalgarme mas rápido, como tratando de huir de algo: era obvio que huías de tu orgasmo, tratabas de ir mas rápido que el para que no te alcance, pero no pudiste más, tu orgasmo te (nos) alcanzo y te hirió de muerte, caíste rendida sobre el asiento del piloto. Te volví a besar. Alguien tocó la luna del auto, bajaste el vidrio, era un policía.

-Mierda.
-¿Qué desea Jefe?
Preguntaste con una sonrisa burlona mientras el policía no podía evitar tus tetas descubiertas luego de ese lúbrico encuentro.
-Están estacionados en un lugar prohibido y por lo que veo están cometiendo actos reñidos con la moral.
-¿En serio Jefe?
Preguntaste, más burlona aun.
-¿Me está tomando por tonto señorita? Hágame el favor de cubrirse y muéstreme su licencia de conducir.

Luego el policía me miró y no pudo evitar hacer un gesto de sorpresa ante mi aparatosa apariencia: Traía el pantalón abajo, los labios sangrando y el pecho lleno de tus mordidas.

-Perdón jefe, pero mire que vamos retrasados, el vuelo de ella parte en una hora, así que no sé si sería factible que terminaros este asunto acá nomás.

Al terminar de decir eso le alcancé un billete de veinte soles. El tipo lo miró, en sus ojos había tanta lujuria como cuando miró el cuerpo desnudo de "F".

-Bueno, que sea por esta última vez, a la próxima....

No terminó de hablar y encendiste el auto, saliste disparada, manejaste desnuda hasta tu casa, yo celebré aquella audacia.

Al entrar fuiste a bañarte, me pediste que suba tus cosas que quedaban en el auto. Mientras esperaba que salieras revisé lo que traje del auto: Tu cartera, un celular, la camiseta de la "U" y tu short azul. Sentí una repentina tentación: Robar tu short. Apenas dudé y el short ya estaba dentro de mi mochila.

Saliste sólo cubierta por una toalla, te cambiaste rápidamente, pregunté si dejarías todo así tirado, dijiste que si, que mañana vendría tu hermana con su empleada para ordenar y lavar todo. Pedimos pizza, bebimos un vino. Al rato llegó el taxi que te llevaría al aeropuerto, me habías pedido que no te acompañara, que detestabas las despedidas. Yo había insistido, pero te mantuviste firme. Me abrazaste y besaste, nos juramos un pronto reencuentro.

Regresé a mi casa, la tristeza me mataba, me dolías tú en el cuerpo. Me eché en mi cama, abrí mi mochila, ahí estaba tu short, lo saqué, lo mire -y admire- cual trofeo de guerra. Lo pegue a mi cara, lo olí, ahí estabas tú, tu sudor, tu olor. Lo abracé, me encogí como un niño y dormí aferrado a mi Santo Sudario.

miércoles, 21 de mayo de 2008

EL VIGILANTE

-Alo.
-¿"J"?
-Si, ¿quién es?
-Yo "Y".
-¿Qué ha pasado?, son las cuatro de la madrugada.
-No te llamé para que me des la hora huevón.
-¿Para qué llamas?
-Es que Don Ramón no ha venido a trabajar.
-Los domingos a las cuatro de la madrugada nadie trabaja.
-Pero es que él nunca falta.
-Con más razón, seguro se tomó unas vacaciones.
-No, él nunca falta, además ya son cuatro días que no viene.
-¿Y yo qué culpa tengo?
-Ninguna, lo que quiero es entrar a su caseta, quizás esté
muerto adentro, además "Trompo" está afuera llorando.
-Entra pues y mañana me cuentas si encontraste un muerto.
-No voy entrar sola.
-Entra con "Trompo".
-Vas a venir tú para entrar conmigo
-¿Estás drogada?
-¿Vienes o voy y te busco?
-Que jodida eres, ya espérame, me cambio y tomo un taxi.

Ésa era la llamada de "Y" que me había despertado en la madrugada, estaba preocupada porque el vigilante de su calle , más conocido como Don Ramón, hace varios días que no llegaba a trabajar y al parecer a ella era la única que le interesaba tal situación ya que ningún vecino se había percatado del hecho. Me cambié y tomé un taxi, al llegar la llamé al celular.

-Ábreme, ya llegue.
-No, espérame abajo, mi vieja esta acá y si te ve seguro llama a la
DINCOTE (La mamá de "Y" sueña con que soy un comunista que debería estar preso).
-Ya te espero, pero apúrate.

Bajó apresurada, traía la linterna en una mano y un cigarro en la otra.

-¿Estás segura de lo que vas hacer? Quizás ya se aburrió de cuidar esta calle donde nunca sucede nada y se fue en busca de nuevas aventuras

-Déjate de hablar huevadas y vamos.

Nos acercamos hacia la equina donde estaba la caseta, hacía un frío tremendo, "Trompo" recibió a "Y" con mucho cariño en cambio a mí me ladró con evidente celo.

-Está con candado.
-Rómpelo.
-Eso es ilegal.
-Toda tu vida es una ilegalidad, ahora no te me pongas en plan.

Romper ese minúsculo candado no me costó mucho, entramos a duras penas los tres, adentro estaba oscuro, un fuerte olor a tabaco y sudor llenaba ese pequeño espacio de madera, "Trompo" gimoteaba, "Y" empezó alumbrar las paredes que para nuestra sorpresa estaban llenas de fotos de chicas desnudas recortadas de los diarios.

-Al parecer ese Ramón era un jeropa de primera.
-No tanto como tú.
-¿Y tú como sabes?
-Se te ve en la cara.
-¿En serio?
-Deja de hablar tanta cojudez y fíjate que dice ahí.
-Mmmmmm, ahí dice: "Ramón y ‘Y’", la cagada a colores, el viejo estaba enamorado de tí.
-No te rías huevón.
-Alumbra acá mira, hay un número al parecer.
-A ver.
-Es un número de celular.
-Apuntalo y llama.
-Llama tú.
-Llama carajo.
-Ya, tranqui.

Salimos de la caseta, marqué el número avergonzado de hacer una llamada a esas horas.

-Aló!!!!

Un gruñido del otro lado me asustó.

-Perdón, este a ver........ estoy buscando a Ramón y el me dijo que lo podía ubicar en este número.
-¿Que Ramón?
-El vigilante de acá...
-Yo no quiero saber nada de ese desgraciado, ni me lo mencione.
-Disculpe, es que tengo un dinero que darle.
-Bueno así la figura cambia, démelo a mí que yo se lo haré llegar.
-Bueno ¿dónde la encuentro?
-Apunte joven.

Apunté la dirección, era un lugar cerca a la casa de "Y".

-Ya toma, anda mañana y le dices que lo estás buscando.
-¿Estás loco?
-No, estoy con sueño.
-Vamos en este momento.
-¿Qué? como vamos a ir horita, además que tanto te preocupa ese tío, debe estar borracho en algún burdel.
-Bueno yo voy, si quieres te quedas, serás responsable si me pasa algo.

Ella sabía bien como chantajearme, sabía que jamás la dejaría ir sola a ese lugar.

-Ok vamos.
-Me gusta cuando eres dócil.

Cuando llegamos al lugar nos abrió una señora con cara de puta jubilada.

-Buenos días señora, la llame hace un rato preguntando por Ramón...
-Ya joven, poco trámite, déme la plata que yo se la doy.
-Es que no es tan sencillo, déjeme explicarle, Ramón hace días que no va a trabajar y estamos preocupados por él, entramos a su caseta y encontramos su número, así que decidimos llamar a ver si usted nos podía decir donde vivía.
-Si me das plata te digo.
-Pero señora....

"Y" sacó un billete de veinte soles y se los dio, la señora entró, al rato volvió con un papel con una dirección escrita en el, era un asentamiento humano muy lejos. Nos marchamos.

-¿Qué hacemos ahora?
-Vamos a su casa.
-Estás loca, vive en el culo del mundo.
-¿Tú conoces?
-Si.
-Con más razón vamos porque yo no tengo la menor idea de dónde queda ese lugar.

Sin más que decir ya estábamos rumbo a lo desconocido, luego de buen rato de estar manejando me preguntó:

-¿Estás seguro que conoces? llevo casi una hora manejando y no llegamos a ningún lado.
-Te dije que era lejos.
-Avísame cuando esté cerca.
-Maneja nomás, cuando se acaba la ciudad va seguir un camino de pura arena, luego de eso como diez minutos más vas a encontrar unas casas de naipes, ahí mismo es mamita.
-Ya papito.

Llegamos, todas eran casas de madera o esteras, eran casi las ocho de la mañana, hacia un frío artero, dimos varias vueltas en busca de la dirección, todas las casas eran iguales. Mareados de dar tantas vueltas nos detuvimos y le preguntamos a la primera persona que se nos cruzó por delante.

-Señora buenos días, ¿conoce esta dirección?

La señora nos miro con curiosidad, leyó el papel, nos volvió a mirar.

-¿Son policías?
-Gracias a Dios que no.
-¿Por que señora? pregunté yo.
-Es que hace unos días vinieron unos policías preguntando por el señor Ramón.
-Ves, te dije que ese viejo era un enfermo, seguro lo buscaban por violador.
-Cállate no seas odioso, discúlpelo señora, está celoso, ¿que le dijeron los policías?
-Que al pobre señor Ramón lo había atropellado una combi y lo habían dejado abandonado, que estaba en el hospital y lo único que hallaron entre sus pertenencias fue su dirección.
-No joda señora, ¿en serio?
-Por la Sarita, gringuita.
-Ya ves "J" sabia que algo malo le había pasado.
-¿Ahora eres pitonisa?
-Cállate petiso, ¿en que hospital está seño?
-En el Loayza gringuita.
-¿Le dieron algún dato, como la cama o algo así?
-Nada gringuita, eso nomás me dijeron los señores custodios.
-Bueno, gracias señora.

"Y" salio manejando velozmente de ese miserable lugar.

-¿No me digas que vamos al hospital ahora "gringuita"?
-Ahí mismo.
-Me cago en Dios, ya déjate de tonterías, vamos a la civilización.
-Vete tú, yo voy al hospital.
-A la mierda, que jodida eres, vamos pues.
-Por eso te amo.
-Porque soy un huevón.
-Tú lo dijiste.

Luego de un tedioso viaje llegamos al hospital, era un lugar antiguo, pintado de un deprimente color gris, alrededor había muchos ambulantes y gente que parecía jamás detenerse. No encontramos un lugar para estacionar, así que decidió meter su carro en el lugar reservado para los doctores.

-Estás loca, nos van a botar de acá.
-Nada, estos ven carro nuevo, mi cara bonita y tu cara de enfermo fácil van a creer que soy doctora que llega con su propio paciente.

Tal cual dijo ningún vigilante nos impidió algo, es más, al pasar por la puerta uno la saludó muy respetuoso:

-Buenos días Doctora.
-Buenos días.

"Y" me miró sonriendo de manera cómplice:

-¿No te dije?
-Ya veo "doctora".

Nos dirigimos hacia una enfermera que estaba detrás de un viejo escritorio de metal, la tipa tenía cara de estar eternamente sentada ahí, podría apostar lo que sea que jamás se había movido de esa lugar, que tenia el culo empernado a la silla.

-Buenos días enfermera, vengo en busca de un familiar que está internado acá.
-¿Cual es su nombre? Contesto sin siquiera levantar la mirada.
-Ramón.
-¿Ramón que?
-Sólo Ramón.
-¿No dice usted que es su familiar?
-Si pero tiempo que no lo veo.
-¿Por qué lo trajeron?
-Lo atropelló una combi hace unos días
-Tienes que ser mas precisa pues hijita, acá los atropellados por combi llegan cada cinco minutos.
-Es un señor como de sesenta años, negro, altísimo.
-¿El borracho ese?
-Más respeto.
-Esta en la cama treinta y cuatro, pabellón "C".
-Gracias. Vieja de mierda como no te atropella una combi a tí, murmuró "Y".

Atravesamos un largo pasillo que olía a desinfectante, algunas personas lloraban, otras dormían en las sillas o sobre unos cartones, luego cruzamos un jardín hasta legar al pabellón "C". Era un cuadro en verdad deprimente ver esas enormes camas de color verde de metal sobre los cuales yacían unas cosas que se mal haría en llamar seres humanos, conectados a unas máquinas que parecían sacadas de algún museo de ciencias. Dimos con la cama treinta y cuatro, pero estaba vacía, sólo un tipo cambiaba las sábanas.

-Disculpe, busco al señor Ramón, me dijeron que estaba en esta cama.
-Ya se murió señorita, lo acaban de pasar a la morgue.
-¿Qué?
-Como le dije ya se murió, ya estiro la pata, ya se fue de rumba...
-La cagada "J".
-Me cago echado, se nos fue palabana el viejo
-¿Dónde queda la morgue?
-En la parte de atrás.
-Gracias.

Llegamos a la morgue, si el pabellón "C" nos pareció deprimente éste era un lugar pasa suicidarse: los cuerpos estaban apilados sobre el piso y un nauseabundo olor llenaba todo, nos dirigimos hacia el encargado que comía un pan de lo mas tranquilo mientras veía unas chicas bailando en una pequeña TV a blanco y negro.

-Estoy buscando un cuerpo.
-Si el que tienes está bonito mamita para que quieres otro....
-Qué te pasa imbécil.
-Tranquilo joven, sólo soy amable con la señorita.
-Ya "J" no le digas nada, mira es uno que recién lo han pasado para acá, se llama…
-Mira mamacita, ¿ves esos cuerpos ahí? levanta las sábanas, cuando encuentras al que buscas me avisas.

Empezamos la horrenda tarea de revisar uno por uno, al tercer cadáver yo quería salir corriendo de ahí, pero "Y" llena de un valor único siguió buscando hasta que un grito fue la señal que lo había encontrado.

-Es él, míralo.

Era obvio que era él, su cuerpo gigantesco era inconfundible.

-No hace falta, yo te creo.
-Cobarde, míralo para que me ayudes a confirmar.

Tuve que mirar debajo de esa infecta sábana, no pude evitar hacer una mueca de asco al ver aquel cuerpo amoratado.

-Es él.
-Eso te dije.

Volvimos donde el encargado que seguía ensimismado en esas chicas medio desnudas en su TV.

-Ya lo encontré, ¿cómo hago para retirarlo?
-¿Estás loca, te lo vas a llevar? No me jodas ¿ahora qué? Lo vamos a velar, llorar y cargar hasta el cementerio.
-Tú no te metas, dígame joven, ¿cómo hago para llevármelo?
-Primero tiene que cancelar los gastos que causo el muerto al hospital, luego mostrar un documento que acredite que es su pariente en primer grado y de ahí el cuerpo es todo suyo.
-¿Si no pagamos? intervine yo.
-Se queda en cuerpo en garantía hasta que alguien cancele o se lo coman los gusanos, lo que suceda primero.
-Pero cómo se le ocurre....
-Déme la factura.

Con esa frase "Y" dio por cerrada la discusión. La factura parecía de una clínica privada, ahí figuraban cosas que si le hacían una autopsia estoy seguro jamás hallarían dentro de él, pero ella pago sin quejarse. Volvimos.

-Ya está, me lo llevo.
-Los documentos que acrediten que usted…
-Tome mis "documentos"

"Y" le había dado un billete de 100 soles.

-Efectivamente es usted su pariente, ya se lo puede llevar.
-¿Pero no te lo vas a llevar así no?
-Claro que no, vamos a buscar una funeraria.

Salimos del hospital, encontrar una funeraria no fue nada difícil, estos tipos andan rondando fuera del hospital como gallinazos, luego de una corta conversación llegamos a un acuerdo con los encargados, que nos mandaron de regreso con Eufrasio, un chico que trabajaba con ellos y que sería el encargado de vestir y maquillar a Ramón.

Eufrasio hizo su trabajo rápidamente, cuando se aprestaba a peinarlo "Y" le pidió hacerlo ella, Eufrasio sólo sonrió. Lo peinó suavemente, con una ternura sólo reconocible en ella, parecía un ángel al lado de ese cuerpo inerte. Cuando termino lo besó en la mejilla y le susurró algo. En ese instante juré no recibir un solo beso de ella hasta que se desinfecte la boca.

Al rato y sin darme cuenta bien ya estábamos en el carro siguiendo el cortejo fúnebre: la carroza que llevaba el cajón y una combi que llevaba unos morenos que eran los cargadores. El cementerio quedaba a media hora de camino, era un lugar alejado. Cuando llegamos nos abrieron unas rejas negras enormes, los morenos bajaron el cuerpo con una destreza adquirida de tantos entierros que llevaban encima. De pronto apareció un tipo embutido en una especie de traje religioso, nos ofreció -a cambio de una suma de dinero- dar un "responso" a nombre del "muertito", como era de esperarse no era un religioso sino el mismo Eufrasio disfrazado de tal.

El impostor, perdón, Eufrasio dio unas palabras realmente conmovedoras, cualquiera que no conociera la situación juraría que eran amigos del alma, es más, dejó rodar unas lágrimas por sus curtidas mejillas. Mientras escuchaba esas palabras pensaba en qué mierda hacía yo ahí a esas horas pero los murmullos y risas burlonas que lanzaban los cargadores me sacaron de mis pensamientos, escuché claramente cuando uno le decía al otro: "Que rico culito de la gringuita ¿no?". No los culpo muchachos, tantas muertes ya no los conmoverán, además "Y" tiene un culito que llamaría la atención incluso en medio de un incendio.

Terminado todo nos retiramos, ella canceló los servicios de la funeraria, subimos al carro, mientras ella lo encendía voltée a mirarla, vi que estaba llorando, traté de animarla un poco, besé sus lágrimas y sentí un sabor salado. No hablamos en todo el camino, ya cerca de su casa me dijo.

-Te jalo hasta tu casa.
-No te preocupes, yo me tomo un taxi.
-Acompáñame hasta la mía entonces.
-Como tú digas.

Al llegar a su casa, su madre ya no estaba, me miró de esa forma que sólo ella era capaz, yo sabía bien lo que quería.

-Ok, me quedo.
-Gracias "J", por eso te quiero tanto.
-Porque soy un huevón.

Nos echamos en la alfombra de la sala, ella estalló en un llanto inconsolable y me hizo una pregunta que jamás he podido responder:

-¿Por qué se tiene que morir la gente buena?
-No lo sé querida.

La abracé, besé sus ojos, volví a sentir el sabor salado de sus lágrimas, nos quedamos dormidos en medio de la sala.

martes, 13 de mayo de 2008

VENGANZA

He dormido todo el día, me había levantado a mediamañana pero decidí seguir durmiendo así que tomé tres pastillas de Diazepam y me envolví en un sueño brumoso. Cuando despierto, retozo en mi cama, siento la boca pastosa, siento que esa sensación que he querido olvidar con el sueño aún está presente. Me invade una idea de venganza, de dañar a alguien, de dañar el mundo a través de ese alguien.

Reviso la agenda del celular, busco un nombre a quien usar para mi venganza, no tardo mucho para dar con tu nombre: Blanca, encajas perfecto en el papel de victima: Eres inocente, crees en Dios, en Santa Claus, en el ratoncito que te dejaba dinero cuando se te caía un diente, lees a Coelho, te emocionas con Benedetti, te sientes atraída por mí y encima -la cereza del postre- eres virgen.

Te llamo, no contestas, me enojo, prendo un cigarro, enciendo la televisión, suena el celular, eres tú, decido no contestar: Jodete un rato mierda. Insistes, al tercer intento contesto:

-Aló.
-Hola “J” discúlpame, no te pude contestar estaba trabajando, me he metido al baño para llamarte.
-Olvídalo, no era nada importante.
-Ya te enojaste, anda dime para qué me llamabas.
-Sólo quería saber si podía verte hoy.
-Claro que si, sabes que me encanta verte.
-Bacán, ¿A qué hora sales?
-A las doce.
-Ya, a esa hora paso por ti.
-Ya, si me....

No espero a que termines de hablar y cuelgo. He mirado el reloj y son más de las diez. Salgo de la cama, me doy un baño, busco algo que ponerme, escojo una camisa negra y un jean azul. Bajo, enciendo el carro, pongo un disco de La Liga. Manejo por esta ciudad de mierda, la voz de "Pelo" me anima a la venganza: ..ahora maldito estoy/seré ocioso y brutal.... acelero aún más, bajo la ventana, el aire en la cara me alegra, "Pelo" sigue dándome ánimos ....a quién venderme, qué bestia adorar/ A qué imagen santa atacar, que corazones destrozaré, qué mentira debo sostener, sobre qué sangre ahora caminaré.... He llegado poco antes de las doce a su trabajo, me estaciono cerca, le mando un mensaje. No ha tardado mucho en salir, le toco la bocina, se acerca, está sonriente y guapa, no puedo evitar pensar en todas las cosas que le quiero hacer.

-Hola ¿cómo estás?
-Bien, contenta de verte.
-Sube, vamos hacer algo.
-Vamos a la playa, quiero ver el mar.
-No, vamos a tomar algo, muero de sed.
-Malvado.
-Nada, tomamos algo y luego vemos.

Hemos ido a un pub que está cerca, he pedido unas cervezas, tú dices que no, que prefieres una limonada, me río, qué cómo vas a tomar eso.

–Ya, pero sólo una.

Me has empezado a hablar de los problemas en tu casa, que te asustas cuando tu papá llega borracho, que tu mamá anda enojada todo el día, que en las noches te refugias leyendo poesía, me has dicho incluso un poema tuyo. Yo he querido vomitar al escucharlo, he querido decirte que odio esas porquerías que lees, que tu poema es soberanamente horrible, que si estoy acá es sólo porque quiero tener sexo contigo, usarte y largarme. Aun así finjo interés, alabo tu poema, te felicito, comento algo de Benedetti. Pido más cerveza, pido que me hables de tus poemas. Han pasado ya dos horas y estás mareada, te he dicho para ir a dar una vuelta: "El aire te va despejar". Te paras y trastabillas, estas muy mareada, mas de lo que pensé.

-Sorry ya ves que tengo cabecita de pollo , tomo un poco y me mareo.
-No te preocupes, vamos.

Dejo un billete sobre la mesa, mi plan va perfecto. Llegamos al carro, subes, empiezo a manejar, te pregunto cómo te sientes, sólo ríes, luego lloras, lloras desconsoladamente. Pienso en que me caes mal, que puta mala suerte la mía, anda llorar al río mamita, no me jodas a mí.

-Vamos no estés así, ven, apóyate en mí, tranquila.
-Eres lindo.
-No, tú eres la linda.
-No ya, tú si lo eres.
-¿Te llevo a tu casa?
-Estás loco, si mi mamá me ve así me mata.
-¿Entonces?
-Vamos a tu casa.

Lo pienso, pero en verdad no quiero llevarte a mi casa, no quiero que te quedes ahí, no quiero tu olor pegado a mis sábanas. Te propongo ir a un hotel.

-Vamos, ahí descansarás un rato.
-Ya, pero sólo porque confío en ti.
-Claro, confía en mí.

He dado la vuelta, me dirijo al hotel, ingreso al estacionamiento, te ayudo a bajar, nos acercamos a la recepción, sólo escucho una voz detrás de un vidrio polarizado, pido una habitación, entrego el dinero, me dan una llave y el control de la TV. Subimos por el ascensor, llegamos al tercer piso, me miras y me besas. Entramos a la habitación, me has querido decir algo pero sólo te he besado, te acaricio, te dejas tocar, empiezo a sacarte la ropa, no me detienes, me pides que apague la luz:

-Apaga la luz porfa.
-¿Por qué?
-Me da roche.
-Nada, me gusta ver tu cuerpo.
-Mañoso.

Reanudo mi intento de sacarte la ropa, te he despojado de tu blusa y tu brasier, beso tus pechos, te excitas, me saco la camisa, saco tu pantalón, miro tu ropa interior y siento vergüenza ajena, traes un calzón realmente anticuado (el matapasiones o el forro de los lunes dirían mis amigos) he tratado de obviar ese (horrible) detalle. He metido mi lengua entre tus piernas, me aprietas la cabeza. Voy entrar en ti y me detienes al pedrime algo:

-Cuídate.
-Claro, siempre me cuido, miro a ambos lados antes de cruzar la calle.
-Loco, sabes a qué me refiero.
-Pero no he traído y ya bajar hasta la recepción.
-Júrame que no estás enfermo de nada.
-Bueno si, tengo un resfrío.
-Ya pues...
-Nada, no tengo nada.
-Te creo mi amor.

"Te creo mi amor" esa frase enciende la alarma, no quiero que me digas así, pero ya está, hoy no me compadeceré de ti.

-Claro, créeme princesa.

Arremeto otra vez y me vuelves a detener.

-Antes que sigas dime otra cosa: ¿Me amas?

Me cago echado, qué chucha te voy amar aburrida de mierda. Pero que me queda sino fingir una vez más.

-Claro que te amo Blanca.
-Es que ya sabes soy virgen y sólo quiero darle mi tesoro a alguien que valga la pena y me ame.

"Mi tesoro" qué mierda crees ¿Que tienes oro en la vagina?

-Claro, te amo mi amor, vas a poner tu tesoro en buenas manos.
-Júramelo por Dios.
-Por Dios.
-¿No me lo vas hacer y me vas a dejar no?

¿Puta madre he venido a tirar o a que me interroguen?

-Claro que no te voy a dejar, no seas tontita.
-Eres lindo.

He entrado en ti, te ha dolido, me has pedido que me detenga, me he movido con más fuerza, te he mordido, me has pedido que diga te amo.

-Si, te amo.

He seguido, acabo dentro tuyo, no me preocupo si te embarazas o no. Me miras conmovida, pides que te abrace, pero no quiero, ya no me provocas, ya estoy satisfecho, ahora siendo sinceros sólo me das náuseas. Te digo que voy al baño, entro, abro la llave del agua y me ducho, me jabono con furia, quiero sacar tu olor de mí, hay sangre sobre mi sexo, me jabono con más furia aún. Salgo de la ducha, te veo acostada, me miras y veo que lloras.

-¿Por qué lloras?
-Estoy emocionada por haberte dado mi tesoro.

Me quedo callado, me vuelves a pedir que me acueste contigo, que te abrace, te digo que claro, un instante, voy a bajar al auto, deje mi reloj ahí y me da miedo que lo roben.

-No te tardes mi amor.
-Vuelvo al toque.

Bajo, aviso en la recepción que ya me voy, que "la señorita aun se va quedar a descansar", me agradecen. Enciendo el auto, vuelvo a casa, no puedo evitar burlarme al imaginarte esperándome en la cama hecha una cojuda. Me he robado tu tesoro tonta. Me digo una frase orgulloso de mi mismo: "Soy un hijo de puta". Esa noche duermo feliz, no tengo sentimientos de culpa.

martes, 6 de mayo de 2008

SANGRE

-Pobre de ti que te portes mal delante de todos.

Mi madre me acaba de amenazar mientras me peina, hoy vamos a ir a casa de tus abuelos, es una hacienda inmensa, tiene una piscina y mucho campo libre, pero nada de eso me entusiasma, sólo quiero verte. Nos subimos al auto, mientras maneja, mi padre me va contando de tí. Que ayer te vio, que estás grande, que ya cumpliste ocho años. Cuando estamos cerca el corazón me empieza a latir con violencia, me pongo ansioso.

-Hola ¿cómo han estado? tiempo que no venían, se les extrañaba. Tu madre ha salido a recibirnos.
-Si pues, ya sabes que con el trabajo no hay mucho tiempo.
-Y tu hijo ya está grande, a ver dame un beso papito.

Beso a tu madre en la mejilla, ella me hace cariño, te llama pero tú no apareces, luego me dice que estás detrás de la casa, que vaya, que te busque, que juegue contigo. Camino hacia donde estás, tengo las manos en los bolsillos y la cabeza gacha. Te veo y me quedo parado, no me atrevo a hablarte, te observo callado: estás jugando con unas arañas, las haces pelear entre ellas, de pronto volteas, me miras, me pongo rojo, te arreglas el flequillo, te pones de pie, aplastas las arañas, me saludas:

-Hola.
-Hola.
-¿Recién llegas?
-Si.
-Ven vamos, te quiero enseñar algo.


Me coges de la mano, las tuyas están calientes, las mías sudan, de pronto aparece tu hermano menor, el miedo me paraliza, se me acerca, me da un empujón, me dice qué por qué vengo, que si traigo dinero, me empieza revisar los bolsillos. Coges un trozo de madera del piso y lo golpeas en el culo, el da un salto, le gritas:

-¡Deja de joderlo !
-Le voy a decir a mi mamá.
-Si le dices te pego peor.

Se queda callado, se soba el culo, esta rojísimo, me mira con odio, yo no sé qué hacer. Vuelves a tomar mi mano:

-Te voy enseñar el "camino secreto".

No me opongo, pienso que contigo iría a cualquier lado. Empezamos a caminar, me parece que la hacienda es más grande de lo que recordaba, llena de árboles, en el camino vemos muchas ratas, de pronto aparece una serpiente, le avisas a tu hermano, él la toma entre sus manos y la mata, me quedo impresionado, festejas su valor. Seguimos caminando, el camino se hace más difícil, los árboles están muy juntos, tenemos que andar por el estrecho espacio que hay entre ellos. Me dices que no le cuente a nadie, que eso es secreto, que sólo los valientes caminan por ahí. Terminamos ese estrecho paso, quedamos frente a un montón de maderas, dices que esa es la parte más difícil, que tenemos que sortear esos obstáculos, que si no, no hay forma de regresar. Tu hermano y tú los empiezan a sortear con destreza, en cambio yo no puedo, me cuesta mucho trepar alguno, rodear otro, resbalo y caigo. Vuelves, me levantas, me dices que me apure, siento que me das valor. Llegamos a una cabaña abandonada, le pides a tu hermano que cuide la entrada, me llevas hacia adentro:

-Mira, me dices mientras levantas unos plásticos y sacas un frasco con un pequeño agujero en la tapa, lo miro y noto que dentro hay un escorpión inmenso.

- El es “Hunter”, mi mascota secreta, nadie lo sabe, siempre le traigo un insecto para que se alimente. Lo vuelves a esconder.

-Vámonos que ya es tarde.

Salimos, emprendemos el camino de regreso, empieza oscurecer. Cuando ya estamos cerca, tropiezas, tu boca dan contra una piedra y te haces una herida, (nuevamente) no sé qué hacer, ustedes dos empiezan a correr asustados, tu madre los ve, te empieza gritar, te pega, te vas llorando, te escondes donde hace un rato jugabas con las arañas. Mi madre nos dice que ya es hora de irnos, que me despida. Lo hago, beso a tu madre y estrecho la mano de tu padre, tu hermano me empuja, mientras ellos se despiden aprovecho la distracción y voy a buscarte, te veo sentada en un rincón, te tapas la cara con las manos. Te pregunto si estás bien, me miras, veo tu boca llena de sangre y tus ojos de lágrimas, (como siempre) no sé qué decirte, le pido a dios que te cure, le prometo que si te cura me voy a portar bien, que haré todas mis tareas y obedeceré a mis padres, cierro los ojos esperando el milagro, los vuelvo a abrir y tú sigues igual, me decepciono de dios, juro nunca más volver a rezar. Me acerco a tí, tomo tu mano, tomo valor y te doy un beso en los labios, me paro y salgo corriendo, tengo el sabor de tu sangre en mi boca. En ese momento descubro que el amor sabe a sangre, que siempre va estar asociado al dolor. Me subo al auto de mis padres, abrazo a mi madre, me acuesto en su regazo y empiezo a llorar. Esta es la primera noche que no puedo dormir por pensar en ti.



viernes, 2 de mayo de 2008

MI ABUELA Y PIKACHU

Hace unos días fui a visitar a mi abuela, tiene 94 años la vieja, terminé por convencerla de ir al parque a darle de comer a las palomas (un poco más y como Calamaro nos fumamos el porrito) el asunto es que ella está totalmente sorda y a mí que de 10 palabras no se me entiende ni una pues ya imaginaran ese dialogo (de sordos y trabalenguas), luego regresamos a su casa (nos tardamos como dos horas para dos cuadras, yo quería ir en taxi y ella me dijo que quería ejercitar las piernas). A la hora de la despedida me pidió que le escribiera algo (hace unos años solía escribirle pequeñas historias que ella leía pero no entendía y extrañamente le gustaban) y me dio las bendiciones, esperé nomás que no me haya encomendado a San Pikachu, porque en ese momento recordé algo que pasó hace tiempo: Mi abuela, aparte de sorda también es medio cegatona (de ahí la explicación que le guste lo que escribo: no ve bien ) y tiene la costumbre de coleccionar santos y estampitas, los cuales pone en un pequeño altar que tiene al lado de su cama. Resulta que un día ella creyó haber encontrado una nueva estampita de algún aliado de Dios, la cual coloco con las demás, nadie notó nada hasta que un día mi hermano, recién llegado de un viaje, fue a ver el reluciente altar y resultó que no había puesto una nueva estampa, si no más bien un chipitap de Pikachu . Entonces mi hermano, viendo el error decidió sacarlo, pero no sabemos cómo la abuela lo notó y estallo en un llanto inconsolable, reclamando entre un mar de lágrimas la estampa de su "santo tan milagroso, al que mas devoción le tiene, él que le concedió más de un deseo", así que no quedó otra que comprar cuchocientos chizitos con chipitaps incluidos hasta encontrar a (San)Pikachu, que a esas alturas había sido elevado a la categoría de santo sin que el Vaticano se de por enterado siquiera. Ya luego de hallarlo lo repusieron, volviendo el altar a la calma celestial.

De ahí mi temor a que me haya encomendado a tan dudoso santo. Al fin mi abuela me despidió con un fuerte abrazo y me volvió a recordar mi parte de la herencia: El altar lleno de santos inesperados.