jueves, 30 de octubre de 2008

LOCOS

Hoy un loco me ha seguido por un buen rato en la calle, debo confesar que al principio me dio miedo, tanto que haciéndome el "loco" (Curioso ¿no? Haciéndome el "loco" ante un loco, ¿Los locos se harán los "cuerdos" antes los cuerdos?) apagué mi mp3 para poder estar más atento a sus movimientos, doblé intempestivamente en alguna esquina, volví sobre mis pasos en otras calles, pero él no me perdía rastro, cada vez que volteaba a verlo alzaba la mano como señalándome y parecía ahogar un grito, claro yo fingía que no me enteraba de sus pasos. De pronto, en mi desesperado afán de perderlo intenté cruzar la pista pero un auto me cerró el paso y cuando intenté regresar a la acera me di cara a cara con él: toda su ropa era negra o estaba negra, su cuerpo era una mugre total, en la cabeza tenia puesta una bolsa azul, el pecho lleno de estampitas de santos, debajo de su brazo izquierdo llevaba unos libros entre los que pude distinguir uno de Ribeyro y en su mano derecha traía……mi DNI!!!!! (Imagino que se me cayó y él lo recogió). Me había perseguido por todas esas calles sólo para alcanzármelo. Luego cuando se fue, volteó y me mandó una sonrisa como quien dice: "Seré loco pero no cojudo".

jueves, 23 de octubre de 2008

MALA CITA

Hace un tiempo conozco vía messenger a Erica, una chica estudiante universitaria, amante de la poesía y los porros. Hemos tenido largas y entretenidas charlas por ese medio, luego con el tiempo hemos intercambiado números y hemos tenido aún más largas y entretenidas (y calentonas) charlas. Después de muchos devaneos hemos quedado en conocernos hoy. Ella eligió este día porque según los reportes del clima va llover y ella quiere un encuentro en un Café mientras llueve. Toda una escena poética.

Luego de pasarme una hora decidiendo que ponerme tomo el regalo que le compré y que me servirá como identificación ("El Libro de Dios y los Húngaros" de Toño Cisneros, me gusta decirle "Toño" y no Antonio, suena como a un amigo), tomo un taxi porque no me quiero retrasar así que es mejor evitar el horrible tráfico limeño. Llego al lugar, es un viejo y acogedor Café miraflorino, la busco con la mirada y lo que encuentro no me gusta nada:

Ahí está ella sentada al fondo, pero ella no "es ella" o –mejor dicho- no puede ser ella: Es horrible, es fea, esa cosa que yace ahí sentada no puede ser la dueña de esa voz tan arrulladora y sexy a la vez, debe haber un error, seguro no pudo venir y mando a su doble (digo "doble" no por el parecido sino por el doble de peso) a avisarme de su ausencia.

Trato de fingir que no soy, voy a dar media vuelta pero el libro, maldito libro, maldito Toño que me delata, ella me llama:

-Acá J, acá estoy.

Quiero huir, deseo un terremoto, un tsunami, un meteorito, un huracán, la reelección de Fujimori, cualquier cataclismo que me libre de esta, doblemente fea, situación.

-Hola Erica, qué tal...
-No seas tan serio ni formal ¿dónde está el chico tan gracioso que me hace reír con sus ocurrencias en el messenger?

Me provoca decirle que ese chico ha muerto, acaba de morir del susto, del susto de verte gorda.

-No nada, es que me siento un tanto palteado...
-Hazme el favor, toma asiento.

Si, eso mismo, quiero sentarme pero en la silla eléctrica, que una violenta descarga acabe con mi vida, acabe con este martirio.

-Claro, sentémonos.
-Pídete algo, mira que yo de los nervios me he comido un par de bocados.

Miro la mesa y lo que veo me asombra: No se ha comido un par de bocados, se ha tragado un par de toneladas de comida, parece la mesa de un naufrago que no comía en meses: está llena de platos vacíos, migas de pan, vasos con restos de jugos.

-No gracias, la verdad no tengo hambre, sólo...
-Ah esté es mi libro ¿no? gracias, veo que cumples tus promesas.

Dice esto y me arranca el libro de la mano, juro que le clavé las uñas a la tapa, no quería dárselo, no mereces ningún libro estafadora.

-Si bueno, no era para menos.
-Que amable, como yo pensé que no me traerías nada no te compré nada, que mala soy.

Si, efectivamente, que mala eres para ir por la calle zangoloteando esas carnes fofas, eres un atentado a la vista, por favor que alguien me deje ciego!!!.

-No te preocupes, normal nomás.
-Si no me preocupo, sólo te lo decía.

Termina de hablar, eructa y una risa escandalosa y callejonera invade ese tranquilo Café, los demás comensales voltean a mirar, ella parece ignorar todo o peor aún, darse cuenta, y se ríe más fuerte, se ríe y de sus fauces sale un horrible aliento, esto es demasiado, me cago en dios. Quiero escapar.

Mi celular suena, ¡dios existe!, contesto presuroso, me pueden estar llamando para decir que me voy preso, pero qué mierda, la cárcel seria el paraíso al lado de este hipopótamo voraz.

-Aló.
-¿José?

Mierda, es equivocado, que importa, digo que si, que soy José, soy la Madre Teresa si quieres causita, pero no me cortes.

-Si.
-Ahí estoy yendo, te espero, no me falles hermano.
-Claro, no te fallaré hermano, ahí estaré puntual, muchas gracias por acordarte de mi.

Mi elefantiásica acompañante me mira curiosa.

-Es mi hermano, quiere que lo vea urgente.

Le miento descaradamente, no voy a ver ningún hermano, ni siquiera tengo uno, soy hijo único.

-¿Y me vas a dejar acá?
-Te llevaría pero es un asunto familiar.
-Qué importa, después de todas las cositas que me dices al teléfono somos cómo familia ¿no?

Ahora quiero dispararle, si tuviera un arma ya te hubiera volado la tapa de los sesos gorda.

-Tienes razón, déjame ir por un taxi.
-Ya, yo voy yendo al baño a ponerme guapa.

Te tardarías mil vidas y nunca estarías guapa infame.

-Claro ve, yo voy a busca un taxi.

Salgo a la calle y detengo el primer taxi que encuentro, no le pregunto si quiera cuanto me cobra ni le digo donde voy, sólo le pido que avance, que maneje rápido.

-¿Adonde señor?
-Llévame a la mierda si deseas, pero cualquier lugar lejos de este será mejor.

Parece entenderme, esquiva un auto y maneja veloz, miro hacia atrás, miro el horrible error que cometí: jamás debí comprarle ningún libro.

jueves, 16 de octubre de 2008

CIEGO AMOR

Estábamos caminando por esa calle llena de árboles cuando de pronto te detuviste de golpe, como los soldados en las pelis cuando sienten que han pisado una mina y un paso más los despedazaría. Te pregunté qué sucedía, no me respondiste, sólo giraste y volviste sobre tus pasos, moviste unas bolsas de basura que habían a un lado y cogiste una masa informe, sanguinolenta. Yo te miraba asombrado, me la mostraste, no sabia qué diablos era, sólo sentía miedo, de pronto la besaste y susurraste unas palabras, ahora no sólo sentía miedo, sino nauseas también pero estabas llorando, llorabas conmovida, enfurecida, te pregunté (una vez más) qué sucedía, me miraste indignada como diciéndome lo tonto que soy, qué cómo es posible que no lo note, recién en ese momento pude ver lo que pasaba: tenías un gato entre las manos o al menos algo que se asemejaba mucho a uno, estaba lleno de sangre, según me lo ibas mostrando lo podía ver mejor. Era pequeño, debía de tener un mes a lo mucho y le faltaba un ojo, donde debía haber uno sólo había una costra enorme. Paraste un taxi, yo estaba más desconcertada ahora, subiste sin decirme nada, te seguí, recién ahí me dijiste que íbamos a una veterinaria, supuse que en un acto de "bondad" pagarías para que una inyección acabe con el martirio que llevaba por vida ese animal pero no, cuando llegamos y el veterinario te dijo que no había mucho que hacer, sacrificarlo es lo mejor señorita, que un gato tuerto sufriría mucho tú te opusiste tenazmente, con esa terquedad tan tuya y dijiste que no, lo cuidarías, que lo cure y ya. Así lo hizo, lo curó y te lo llevaste, yo te critiqué, no deberías hacer eso, que tus padres se enojarían, que ese animal no merece una vida así, me dijiste que yo era un animal que no merecía vivir por pensar así. Tal como lo dijiste lo hiciste: lo cuidaste con un amor único, un amor del que aún conociendo lo cariñosa que eras, me sorprendió, le diste un tiempo y una dedicación tan noble que, debo reconocerlo –avergonzado- llegué a sentir celos de aquel animal. Luego creció, creció y fue todo un gato, corría por toda tu (su) casa (al fin tus padres se resignaron a él) persiguiendo lo que sea que encontrara en su camino y cuando llegabas tú, ay cuando tú llegabas, a agarrarse, nadie se podía acercar a mas de un metro porque entonces él era una fiera llena de celos, era natural, todos te querríamos para nosotros, eras exclusividad oculta de nuestros afectos. Un día el que llegó fui yo y no había fiesta, más bien se podría decir que la tristeza se podía tocar en ese momento: estabas llena de lágrimas y lo traías entre tus brazos, lo cargabas como deseando que nadie lo toque, parecías una madre celosa de su cachorro y algo así era lo que había pasado: se había escapado por la noche atraído por unos tenues ronroneos, trepó el techo y fue a dar a la azotea en la que una gata había parido, curioso se acercó a olfatearlos y en eso llegaste tú, no sabias cómo pero algo te había hecho ir hasta ese lugar pero junto a ti llego la gata, un animal inmenso y furioso que ahora lo miraba lleno de odio a tu (nuestro) gato, cuando quisiste reaccionar era imposible, ya estaban envueltos en una cruenta pelea que no se detuvo hasta que cayó la gata muerta y él mal herido pero su herida era grave, quizás en ese instante, dentro, muy dentro de ti, deseaste que hubiera muerto también: estaba ciego, la gata de un zarpazo le había arrancado el único ojo que le quedaba, corriste al veterinario, te dijo lo mismo que la primera vez, sólo que ahora todo era doblemente grave, un ojo menos doble el dolor. No te disté por vencida, qué lo ibas hacer pues. Hiciste que lo curaran y con todo el cargo de conciencia encima bajaste a los seis gatos recién nacidos. Para sorpresa tuya esa noche él se echo con ellos, dándoles calor, ese calor que con su poca vida les brindaba para que ellos vivieran. Quién sabe, quizás le habías trasmitido tu eterna nobleza y él se sentía culpable de matar a su madre y ahora se sentía en el deber de cuidarlos a pesar de su ceguera y de la ceguera de esos gatos, porque eso era un concierto de ciegos, todos maullaban buscando algo en la oscuridad, él los lamía y limpiaba con una dedicación similar a la tuya. Te pasabas el día alimentándolos y cargándolos, te turnabas con él para darles calor, cuando tú lo hacías el se paraba e iba caminando como un borrachito, chocándose con todo hasta que aprendió dónde estaba cada cosa y ni más tropezó. Ellos crecieron, los tuviste que regalar, el día que se fueron lloraste abrazada a él que sabiendo de tu dolor y sobreponiéndose al propio te hizo toda clase de mimos y piruetas para animarte, los mismos que en un gato ciego se veían doblemente tiernos. Hasta que un día sucedió lo que todos temíamos: obedeciendo a su instinto audaz y rebelde, tan suyo y tan tuyo, tan de ustedes, decidió dejar la seguridad de su (tu) hogar aventurándose a la calle. Obedeció su instinto pero todo el tiempo de encierro lo había vuelto demasiado confiado. Nadie vio en verdad como sucedió, te dieron muchas versiones, lo claro fue que un carro lo había matado, yo te consolé o intenté hacerlo (como si eso fuera posible) diciéndote que lo habías tratado muy bien, que vivió más de lo que cualquiera hubiera pensado y que seguramente su muerte fue rápida y no la sintió. Pero ambos sabíamos que mentía, ninguno se tragó le cuento, sabíamos que el pobre había sufrido y que la sola imagen de su muerta atroz no nos dejaría dormir nunca más en paz, que todas las noches cerraríamos nuestros ojos intentando encontrar su ciega mirada.

jueves, 9 de octubre de 2008

BACKSTAGE

LAGRIMAS: Viendo un programa sobre el cuadro del "Niño que llora" de Bruno Amadio recordé que de niño iba a casa de una amiga donde había un cuadro de esos y todo el terror que me producía mirarlo siempre (era extraño pero por más que deseaba no podía dejar de mirarlo) así que intenté escribir una historia amanera de exorcismo. Fallé, aún me da miedo.

REYES MAGOS: Con Yvonne fuimos a visitar a una amiga que había tenido un hijo recientemente pero para horror nuestro el niño era increíblemente feo y su madre exageraba en los cuidados (los guantes de la empleada y sacarnos los zapatos antes de entrar son detalles ciertos). Al salir no pudimos dejar de hacer comentarios sorprendidos por lo feo de la criatura. Siempre tenía a mi amiga en línea, desde que lo publiqué dejé de verla, qué habrá sido.

EL CHE TUERTO: Tengo un amigo que vive en La Victoria y algunas veces cuando lo visitaba subíamos a la terraza de su casa a fumarnos algo y un día nos encontramos con su vecina, una china mas buena que el pan, le invitamos lo que fumábamos y para suerte nuestra ella tenía más. Lo demás se me ocurrió en pleno trance fumastélico.

ADOPCION: ¿Nunca les ha pasado que un total desconocido los saluda en la calle confundiéndolos con otra persona? a mí me pasó exactamente lo mismo una vez con un tipo que insistió durante varias calles que era "mi primo" y quiso llevarme a su casa a comer con "nuestra familia". Confieso que me asusté y apenas pude salí corriendo.

69PUNTOG: Suelo escuchar programas de radio en la madrugada y en algunos llaman unos tipos a contar sus miserias a manera de desahogo pero los conductores resultan siempre unos plomazos. Quise vengarme de ellos. El título es de una canción de Sabina que habla justamente sobre un programa de radio donde llaman todos los desahuciados.

PUNTADA EN FALSO: Mi abuela va cumplir 96 años este quince de octubre y obviamente está llena de achaques. Una noche se sentía muy nerviosa y me quedé acompañándola en su cama, durante ese tiempo me contó muchas historias pero me llamó la atención especialmente una en la que me dijo que ella (es costurera) le había hecho el vestido de novia a casi toda las mujeres de su familia y la costumbre mandaba a dar la última puntada con un cabello de la próxima chica que está en edad de casarse. Mientras me la contaba yo apuntaba todo sobre un periódico que le había llevado.

NAVIDAD EN ENERO: De niños mi madre acostumbraba llevarnos a pasear por el centro de la ciudad a mis hermanos y a mí. Recuerdo especialmente todos esos tíos disfrazados de Papa Noel friéndose las entrañas bajo el jodido sol de enero limeño y recuerdo más claro aún el pútrido olor que dejaban a su paso. Verlos y olerlos terminaron asesinando en mí la encantadora idea de que Papa Noel existía.

LAGRIMAS

Todos los días al subir las escaleras de la casa de Carmen no puedo evitar mirar ese cuadro: Es un niño que llora, tiene unas lagrimas feas y toda la tristeza del mundo encima, pero no me conmueve, no me apena como esos niños que veo en la televisión de noche echado en las piernas de mi madre, este niño llorón lo que me causa es terror, su mirada parece estar siempre encima mío, me persigue a todos lados, sólo el secreto amor que siento por Carmen me da valor para todos subir diariamente esas gradas que crujen como galletas que se parten y mirar como me mira ese niño lacrimoso.

Hoy Carmen me ha confesado su temor hacia esa imagen. No sólo le teme al pesar frente a ella, todas las noches tiene horribles pesadillas en las cuales el niño sale del cuadro y se acerca a ella suplicando ayuda, gimoteando, llorando destempladamente de la mano de Inmaculada, su niñera, pero es ella la que se despierta llorosa y aterrada. Sus papás no le creen y por el contrario la reprenden y le advierten que por nada del mundo sacaran el cuadro de su lugar.

Al contarme todo estoI me ha tomado de las manos, me he sentido emocionado, con mis manos he secado sus lagrimas, hemos urdido un plan para acabar con tan siniestro personaje, lo urdí yo en verdad, lo urdí con todo el deseo de vengar a mi amada. Esa noche sus padres se irán a una fiesta, como tantas veces me dejan quedarme a dormir en su casa bajo el cuidado de H.

Cuando sus padres se han ido Carmen aprovecha la primera distracción de Inmaculada, va al baño, abre el botiquín y saca las pastillas que su madre toma para dormir, luego a escondidas, le vierte la pastilla en un vaso de refresco que le invita, ella lo acepta con una mueca de cariño, lo bebe y no tarda mucho en quedarse dormida. Apagamos la luz, vamos a la sala, descolgamos con mucho esfuerzo el maldito cuadro y lo envolvemos con un vestido de Inmaculada para no verle esa mirada torva. Vamos al jardín interior, ella va por un envase de combustible del taller de su padre, lo rociamos y le prendemos fuego, extrañamente no tiene el olor de la madera que se quema, es un olor distinto, como cuando a nuestras madres se les quema la carne que cocinan, coincidimos en el comentario, que importa dice ella, quizás si estaba vivo, pero ya no, ya está muerto. Cuando está todo chamuscado caemos en cuenta que quemamos el vestido de Inamaculada, reímos, nos suena a travesura, recogemos los restos y los metemos en unas bolsas, lo arrojamos a la calle, ella me besa, me dice que vayamos a dormir. Duermo feliz esa noche, siento que he vengado a mi amada, siento que ese beso me volvió en todo un hombre, ya no soy un niño.

Al rato alguien me despierta de golpe, mis ojos heridos por la luz no pueden ver nada, sólo el inconfundible olor de mi madre me hacer notar quien es pero no está sola, hay a su alrededor muchos policías y hombres que hablan en voz baja, siento temor, cuando volteo para ver a Carmen noto que no está. Mi madre me dice que sus padres ya se la llevaron, que no tema, que todo va pasar, me siento terriblemente confundido. Ahora aparece mi padre que me envuelve con una sábana y me lleva, mientras bajamos las escaleras observo aterrado que ahí está el niño llorón observándome, no sólo con su mirada perseguidora de siempre, ahora me mira con cierto aire de burla. Me aferro a mi padre, nunca he sentido tanto miedo.

Apenas llegamos a casa le pregunto a mi madre qué ha sucedido, por qué tanta gente, ella no me dice nada, sólo murmulla con mi padre, cuando ella se va mi padre me mira confundido, se sienta frente a mi, y me da un abrazo, mi madre vuelve, esta hablando por el celular con O, mi hermano mayor, lo que escucho que dice me paraliza: "No te asustes Martín, tengo que contarte algo que no te va gustar, al parecer unas personas entraron a casa de Carmen y atacaron a Inmaculada, se ensañaron con ella, unos perros callejeros que pasaban por afuera encontraron su cuerpo quemado metido en unas bolsas y lo arrastraron por toda la calle, es horrible ¿cómo puede haber gente tan enferma?" Cuando termina de hablar siento nauseas, ahora me veo a mi mismo vomitando, me veo como si no fuera yo, me veo como me miraba el niño llorón. Es fácil adivinar que las pesadillas jamás van abandonar a Carmen.

jueves, 2 de octubre de 2008

REYES MAGOS

Hoy junto con Yvonne hemos ido a visitar a una amiga que acaba de tener un hijo, en el camino le compramos algunos regalos (unos ropones, sonajas y unas sandalias minúsculas para el verano), luego, mientras maneja me cuenta que le asusta tener un hijo, de sólo imaginárselo y ante el temor de quedar embarazada es capaz de no volver a tener sexo nunca más, claro que luego empieza a enumerar las bondades de su más reciente novio y decide correr el riesgo.

Cuando llegamos a la casa de Sandra (que ojala jamás lea esto) entramos y lo primero que nos llama la atención, cómo si fuéramos entrar algún templo oriental, es que nos pide nos saquemos los zapatos y los dejemos en una especie de recipiente similar a los que hay en los juegos donde los niños tienen que subir sin ellos. Eso nos causa un mal presagio, luego nos dice que esperemos un rato, el bebé aún duerme, ante nuestra común intuición optamos por decirle que no se preocupe, que le dejamos los regalos y otro día volvemos, ella nos dice que cómo se nos ocurre si ya estamos ahí.

Ha transcurrido mas o menos media hora de una insufrible charla: Sandra nos ha contado como es que no puede darle bien de lactar bien a su hijo y ha tenido que usar un aparato especial para succionarse la leche de los senos y como si fuera poco nos hizo "una demostración" ante la cual tuve que disculparme he ir al baño para que no vea el ataque de arcadas que me dio. Cuando regreso veo que Yvonne está azul de las nauseas pero salvadoramente aparece Hilda, la niñera del bebé que lo trae en brazos y, para mayor paranoia nuestra, tiene puestos unos guantes quirúrgicos.

Nos acercamos encantados a él (más de agradecimiento porque nos libró de esa horrible charla que por la ilusión de verlo) pero cuando voltea no podemos evitar hacer una mueca de sorpresa: Es feísimo, y no es feo como los bebés cuando nacen y están medio hinchados, este está condenado a serlo toda su vida. Evidentemente fingimos y lanzamos las clásicas frases aduladoras: Que bonito, es igualito a tí, que gracioso, tiene la nariz de....", parece que quiere hablar y demás mentiras habituales.

Entregamos, cual Reyes Magos (pero si incienso, mirra y menos oro) nuestros regalos y huimos de ese niño que al parecer también nació en un pesebre, pero que se incendio ni bien vio la luz. Una vez en la calle tenemos la sensación de haber salido de la casa el terror, de haber apreciado en vivo al último hijo de "La Familia Monster". Mientras enciende el auto me dice:

-Por Dios, que feo ese niño ¿se le incendio la cuna o qué?
-Parece un Critter.
-¿Critter? Parece el hijo negado de Chucky.
-Encima lo cargan con guantes.
-¿Y quién va cargar eso sin unos?
-Pero la loca es “Sandra ¿qué diablos tiene para hacernos pasar sin zapatos? ¿qué mierda alucina? ¿qué su híbrido es el hijo de Buda?
-Se volvió loca, creo que el impacto de ver a su hijo tan feo la quemó.
-El impactado soy yo, encima tuvimos que decirle todas esas huevadas, que lindo y demás porquerías.
-Y ella que decía "si, si es lindo, salió a mí", me daba ganas de decirle que no, que ella si es bonita, ya nunca quiero tener un hijo, es definitivo, eso fue una señal del destino.