jueves, 26 de noviembre de 2009

CULEBRITICA

Estoy caminando por el colorido Parque Universitario, en el camino me cruzo con pirañas, putas, vagos, policías y todo tipo de menesterosos. Un grupo de gente está arremolinada ante algo que no sé qué es, me dejo llevar por mi curiosidad y me acerco -siempre con las manos en los bolsillos, no es que haga frío, es que hay demasiado delincuente rondado a la espera de una distracción para arrancharte lo primero que puedan- y me encuentro ante un charlatán que tiene enrollado en su cuerpo una enorme culebra y nos explica las bondades curativas de ciertos menjunjes preparadas en base a ellas.

Nada de esto parece entusiasmar al público, entonces decide dar un giro de rubro y de vender pomadas en base a culebras, le ofrece ahora al respetable tomarse fotografías con el animalejo que parece estar siempre dormido. Una chica le dice a quien parece ser su novio que se tome una foto, éste en un acto de lucidez le dice que no, que es peligroso, ella le hace una mueca caprichosa y le susurra algo al oído, a él le brillan los ojos (y todos intuimos lo que le ha prometido a cambio) y de un paso adelante, le pone un par de monedas al charlatán en la mano y éste le empieza a enrrollar el bicho en el cuerpo, luego se aleja y se dispone a tomar la foto con una antiquísima cámara que nadie sabe cómo diablos apareció ahí.

Cuando va por la segunda foto, la culebra parece notar que es victima de una explotación laboral y a manera de protesta decide ajustar el nudo sobre el cuello del arriesgado novio y lo empieza asfixiar ante el terror de todos los presentes que no atinamos a hacer nada (salvo la novia que empieza a gritar y tomarse el pescuezo como si la culebra la ahorcara a ella), el improvisado fotógrafo deja la cámara y guerrea con el animal para tratar de desatarlo de la cada vez más desfalleciente victima que empieza a tomar un color violáceo muy cercano a la muerte. El animal no parece ceder a pesar que el charlatán lo golpea con la funda de la cámara, y justo cuando el noviecillo valiente va exhalar su último hálito de vida, la culebra se desenreda y trepa mansamente sobre las rejas del Parque. Desde allí parece observar nuestras tontas y confundidas caras. Algunos distraídos que recién se han acercado aplauden pensando que acaban de llegar al final de un arriesgado acto en que una vez más el hombre sale triunfante ante el salvaje animal. El dueño de la culebra ve en esto una oportunidad única y empieza a pedir dinero y anunciar la repetición acto, los recién llegados le echan unas monedas y luego él trata de convencer al resucitado novio para repetir la maniobra. Decido irme de ahí mientras deseo que a la próxima el animal haga justicia y ahorque al charlatán.

jueves, 19 de noviembre de 2009

LOS MARCIANOS LLEGARON YA

Sólo algunas cosas las tengo claras y son las que pasaré a contar sobre aquel extraño encuentro cercano del tercer tipo en una oscura calle barrioltina.

Era miércoles o jueves o viernes (no lo recuerdo ahora y tampoco lo sabía en ese momento), tampoco recordaba (ni recuerdo) cuántos días llenos de drogas y alcohol llevábamos ya.

Nos juntamos nuevamente cerca de las doce de la noche, cuando en la calle sólo quedaban los pastrulos y los perros callejeros. Estábamos bien abastecidos de coca y trago, pero algo malograba nuestros planes: el nuevo alumbrado público que se estrenaba esa noche. Unos relucientes postes con sus respectivos focos lucían flamantes y erguidos iluminando cada rincón de la cuadra.

Nosotros, que éramos unos vampiros que odiábamos la luz, decidimos parapetarnos en la puerta de la vieja farmacia. Sentados en la grada principal nos llenábamos de trago y droga el cerebro. Era tanta la droga que en un momento no podíamos hablar, simplemente nos mirábamos y comunicábamos con unas indescriptibles muecas.

De pronto una potente luz anaranjada nos iluminó con violencia, casi podíamos sentir el calor que emanaba. Dejamos de lado todo lo que teníamos en la mano y miramos entre embelesados y desconcertados ese haz de luz que cada vez estaba más cerca. Uno de nosotros dio un grito terrible ¡Son los marcianos que nos han venido a llevar! Y a ninguno le quedó duda que efectivamente eso sucedía. La luz estaba cada vez más cerca y quemaba más, como la droga nos había entumecido hasta el último músculo, no podíamos ponernos de pie y sólo atinamos a agarrarnos de las manos y rezar a Dios para que nos salve de aquellos malignos seres extraterrestres que venían directo a abducirnos para someternos a sus más bajos experimentos científicos. No queríamos ser unos conejillos de indias interplanetarios. En el momento más profundo de la oración, una violenta explosión llenó de luz todo alrededor y nos encegueció por unos instantes, ni bien recuperamos la visión recuperamos también las fuerzas y salimos corriendo cada cual para su lado.

Llegué a mi casa y me escondí bajo las sábanas. No sé si fue el susto o el exceso de drogas lo que me llevó a sumergirme en un profundo sueño. Cuando desperté luego de unas horas, decidí salir a investigar si los marcianos seguían ahí afuera esperándome. Cuando gané la calle vi más luces en el lugar donde habíamos estado, eran policías que hablaban por radio y daban gritos alarmados, incluso había llegado la prensa. Envalentonado por esas presencias, me acerqué más y lo que encontré fue terrible: justo delante del lugar nuestra frustada abdución había caído –y explotado- no una temible nave espacial o siquiera un misérrimo y vulgar meteorito, nada que ver, lo que cayó frente a nosotros fue uno de los relucientes y erectos postes de luz que acababan de inaugurar esa noche, aquella noche que creímos que los marcianos habían -por fin- llegado ya.

jueves, 12 de noviembre de 2009

EL QUE CIERRA PRIMERO CIERRA MEJOR

Subo al micro y aunque milagrosamente no está empachado de gente, tampoco hay mucho espacio libre, espacio libre que si hay en la pista ya que al ser sábado en la mañana no hay muchos autos, lo que aprovecha el sicótico chofer para correr a toda caña. Como estoy de pie, tengo que sujetarme del pasamanos para no caer ante el zamaqueo de cada maroma pistera que hace el conductor. La mochila que llevo a la espalda se bambolea de un lado a otro hasta que una guapa chica que está sentada delante de mí me avisa que el cierre de uno de los bolsillos de la mochila está abierto, con una mano trato de cerrarlo pero no logro hacerlo (la otra mano la tengo aferrada al pasamanos que hasta ahora me salva de caer y hacer el ridículo) La chica, al ver mi impedimento, estira sus bellas manos y corre el cierre "yo te puedo ayudar, para eso tengo manos, déjame hacerlo" incluso me ofrece cargar mi mochila sobre sus piernas. Le digo que no se preocupe, muchas gracias.

Un par de calles más allá sube una anciana y todos fingen dormir para no cederle el asiento, todos menos la belleza que me ayudó. Se pone de pie y le ofrece el asiento a la anciana que ni tonta lo acepta gustosa. Luego de diez minutos la anciana baja del micro y deja el asiento libre, le digo a la belleza que se siente pero ella me dice que ya va bajar, que me siente yo nomás. Lo hago y lo que veo concentra todos mis sentidos: tiene el cierre del pantalón abajo. Le aviso y ella agacha la mirada para certificar mis palabras, luego trata de subirse el cierre con una sola mano pero es imposible (tiene la otra mano sujeta del pasamanos que la salva de caer y hacer el ridículo), entonces yo –que soy un caballero- le ofrezco mis manos en son de ayuda "yo te puedo ayudar para eso tengo manos, déjame hacerlo", me mira y sonríe, yo insisto y ella insiste con su ambigua sonrisa. El maldito chofer se detiene en una luz verde lo que le da ventaja a la belleza de subirse sola el cierre. La chica me vuelve a mirar –esta vez muy burlona- y me dice que gracias, que justo cuando me iba decir que sí, el chofer frenó, pero que para la próxima "de todas maneras". Es su paradero, se baja y veo con pena como se aleja esa belleza y su cierre que ahora ya no quiero subir, ahora quiero bajar.

viernes, 6 de noviembre de 2009

A PEDIR SU MANO VIENE

Hoy es al fin el día de pedir la mano de mi novia. Dos años de enamorados es suficiente argumento para dar el trascendental paso. He alquilado un traje y comprado un ramo de flores y los he cuidado toda la noche como un guerrero que vela sus armas en la víspera de la batalla.

Faltan unas cuantas horas para ir a su casa y enfrentar a sus padres. Siento que las fuerzas y el valor me abandonan, me traicionan, me dejan de lado. De los nervios se me afloja el estómago y hago varias visitas al baño. La ansiedad se ha apoderado de mí y sólo la puedo disimular al fumar y fumar. Pero esto ya no es suficiente, necesito algo más. Buscaré al David, él siempre tiene la solución en estos casos.

Su casa queda en el punto medio exacto entre la de mi novia y la mía. Cuando llego, me recibe con su eterna sonrisa que deja ver sus dientes amarillos de tanta marihuana fumada en la vida. Le explico lo que me sucede y sin decirme nada me invita un porrito. Ahora las cosas se ven mejor, mis futuros suegros no parecen tan malos y el valor parece retornar a mí. Me ofrece un trago para complementar la felicidad, dudo un poco pero hago lo más razonable: acepto y me tomo un trago directamente de la botella. El alcohol parecer horadar mi entrañas. ¡Como quema esta mierda!

Al rato ni el porrito ni el alcohol son suficientes. El David siempre tiene una solución para todo. Saca un poco de coca y nos metemos varios tiros. La coca subiendo por mi cerebro es una sensación de puta madre. Ahora no puedo ni hablar y pienso en cómo mierda hablaré con mis suegros. Me pongo noico y necesito más coca, pero cuanto más me meto, más ansioso me pongo. El David está tan duro como yo y me dice que el matrimonio es una mierda, que las pedidas de mano son ridiculez burguesa y que el precio de la carne se ha disparado. Está de lo más loco.

Ahora me siento como siempre que me meto tanta coca. Quiero pelear con alguien, romper algo, joder, destruir ¡que viva la coca y la reputamadre que la reparió! Le digo al David que tiene razón, que pedir la mano es una huevada, una paja, que me acompañe a casa de mi novia, me la voy a robar y a mis suegros me los paso por las bolas. Él celebra mi decisión y a manera de felicitación me invita más coca. La camaradería y el vicio me impiden negarme. Me meto más coca y me siento más hijo de puta. Le digo que con estas fachas no puedo ir a casa de mi novia. Vamos a mi casa a ponerme el traje. David lleva la botella en la mano y la coca en el bolsillo (y en el cerebro)

Entro a mi casa y mi hermanita se asusta al verme todo thriller y se refugia en brazos de mi madre. Quiero decirle que no tema, que la adoro y jamás la dañaría pero estoy tan duro que no puedo hablar. La miro y trato de trasmitirle el mensaje telepáticamente, ella no lo capta y me mira con más miedo. Me pongo mi traje con ayuda del David que me asesora en la imagen y las palabras (gritos) que debo decir (dar). Antes de salir nos metemos más trago y más coca, nos revisamos la cara en el espejo y despejamos cualquier saldo de droga.

Vamos por la calle dando un espectáculo: el David en sandalias, short, sin polo y un tragazo en la mano (y un falsazo en el bolsillo). Yo en traje y un ramo de rosas en la mano. Llegamos a casa de mi novia y no toco la puerta, la agarro a patadas. Me abre ella que con el susto de los golpes ha salido con su vestido (de estreno) mal puesto. Me mira y no puede evitar una mueca de horror al verme en ese estado (y con esa compañía). Trata de gritarme pero a la vez no quiere que sus padres la escuchen, pero es tarde, el viejo de mierda de su padre tiene oído de tísico y ha escuchado todo, sale detrás de ella y me mira primero con sorpresa y luego con odio. Me empieza gritar, que qué me he creído para ir así a su casa, que soy un coquero hijo de puta. Le pido que se calme, que no grite porque tiene un aliento a caca y él se enfurece más. Ahora aparece la bruja de su madre (que ha ido a la peluquería donde se ha hecho un peinado que la hace ver mil veces más fea de lo que es) y también me embiste con sus gritos. Detrás de mí el David me da valor (e intenta darme más coca) y me dice que no desmaye. Yo vuelvo a la carga y les digo que he venido por mi novia, que me pertenece y me la voy a llevar. El viejo busca algo con que pegarme (el muy cobarde sabe que mano a mano le arrancaría la cabeza) y la vieja grita a su hija diciéndole que ella la había advertido acerca de tipos "como yo". Ahora aparece en escena Flavia, su hermanita de quince años y eventual amante mía. Ella me mira divertida y me hace un guiño. Está disfrutando de esa escena (luego del sexo siempre me cuenta lo mismo: que sus padres le llegan altamente al pincho) y yo, como todo un caballero, no puedo defraudar a la dama y me pongo peor, la escena ahora es más dark. El viejo trata de golpearme con una escoba y yo le tiro las flores por la cabeza y le empotro mi pie derecho en su fofa panza. Mi (ex) novia trata de contener a su madre y ahora espero una distracción y a ver si mejor me robo a Flavia que está más rica y más tierna. De pronto la puerta se cierra con tanta fuerza que hace que se descascare la pared. Miro a David y nos encogemos de hombros y volvemos a su casa. Al final la vida con trago y coca y es más divertida.

Al rato la diversión se termina. Necesitamos comprar más pero no tenemos dinero. Hacemos lo más inteligente: empeñamos mi traje alquilado a cambio de una botella de trago y diez soles de coca. Con eso es suficiente para terminar de destruirnos.

P.D: Esta historia me la contó hace unos cuatro años un amigo que trabajaba conmigo. Lo vi hace unos días y me alegré de verlo casado y con una bonita hija. Claro, está casado con la chica de la historia (y me dijo que eventualmente aún se acuesta con su cuñada)