jueves, 1 de enero de 2009

DESTRUCCION

Son las siete de la mañana, los sonidos de combas, picos y lampas me han despertado (valga la redundancia) de golpe. No sé qué diablos pasa, de pronto parece que están construyendo un edificio en medio de mi sala, así que alarmado salgo a ver qué pasa, pero mi sala está intacta, ni un rasguño. Cuando caigo en cuenta que los golpes son en casa de mi vecina, decido ir a quejarme por semejante agresión a mi preciado sueño. Toco su puerta y ella alarmada por mi calamitoso estado (mis ojos rojos por falta de sueño hacen perfecto juego con mi torva y feroz mirada, además que sólo traigo puesto una sandalia y el otro pie descalzo) me explica con su tono de voz tan seductor (no puedo negar que ella tiene cierto duende que la hace tan encantadora) que están haciendo unas pequeñas remodelaciones que incluyen todo el servicio de agua y desagüe. Encima me pide (en verdad me lo impone, pero tiene una voz tan sexy que uno ni cuenta) por favor ampliar los trabajos desde mi casa, para que así no vuelva a "colapsar el sistema" claro que yo no puedo negarme y acepto, así que a los cinco minutos ya tengo a tres obreros con aliento alcohólico haciendo añicos el piso de la cocina, les he preguntado cuánto tiempo tardaran, me han dicho que no más de una hora primo.

Claro que ha pasado más de una hora y los tres borrachozos obreros no han hecho sino romper indiscriminadamente y sin ningún sustento técnico el piso. Cuando llega el mediodía y mis nervios están a punto de estallar. me dicen que es hora del refrigerio y me quedan mirando, yo no tengo ni idea, hasta que uno de ellos me pide pal menú pe varón. Obviamente yo no quiero darles ni medio sol pero lo pienso bien y no vaya ser que estos tres resulten de la facción radical de construcción civil y en un dos por tres me tumben el kiosco sin más ni más, así que le entrego unos billetes con la advertencia que vuelvan rápido, me dicen que si. Lo que ahora sé es que antes debí definir "rápido" o comparar conceptos. Regresaron a las dos horas, se sentaron a fumar, eructaron e incluso uno tuvo el atrevimiento de cagar en mi baño, luego hicieron la finta de romper un poco, escarbar algo y cinco en punto, como si tuvieran un reloj en el culo, salieron disparados diciendo que la jornada había terminado y que mañana no vendrían a trabajar, ya que ellos estaban afiliados al sindicato de cons(des)trucción civil e iban acatar la huelga acordada y que estaban de acuerdo en cada uno de los puntos establecidos en su plataforma de lucha y que pobre de mí que contrate algún "amarillo" para que completen el trabajo y así, gritando proclamas a la reivindicación laboral, la justicia social y a Marx, se fueron de mí casa.

Volvieron a los tres días (un sábado) con cara de no haber participado en ninguna huelga sino más bien de haber estado internados en algún prostíbulo-chingana de mala muerte todo el tiempo. Se cambiaron (podía jurar que la ropa de trabajo estaba más limpia que la de diario) y en lugar de retomar el trabajo se echaron a dormir la resaca de lo más frescos, pidiéndome incluso que al salir cierre la puerta porque hace frío pe causa. Se levantaron a la una en punto de la tarde, se limpiaron las legañas y me pidieron que les pague "su semana", yo a esa hora ya estaba odiando profundamente a mi vecina y su seductora voz, así que cogí una de sus lampas y blandiéndola de forma amenazante les dije que tenían media hora para arreglarme el piso y largarse por donde vinieron, ellos al parecer no me creyeron y se lanzaron risitas burlonas entre si, dieron media vuelta y amagaron con marcharse, pero fue el brutal crujido de un hueso roto de su compañero por un certero lampazo el que los hizo desistir de su plan y aterrados ante mi repentina locura empezaron a trabajar de manera frenética pero para sorpresa suya les ordené que en lugar de tapar el hueco lo ampliaran más. Ellos sin saber por qué y meados del miedo me hicieron caso sin chistar. Cuando el hueco era lo suficientemente profundo les ordené meter en él a su ahora desmayado y fracturado compañero, ellos se miraban incrédulos pero ante mi amenaza de romperles un hueso a ellos, terminaron metiéndolo en el hueco, justo cuando estaban agachados dentro del hueco de otros dos certeros golpes desmayé a ambos, procedí a enterrarlos rápidamente, coger cemento, arena y hacer una mezcla para tapar el piso, pulirlo y dejarlo mejor que antes (mejor de lo que hubieran hecho ellos)

Por la noche mi vecina toca la puerta para preguntarme cómo estuvo el trabajo de los obreros, le digo que perfecto, la invito a pasar y verlo, ella queda admirada y me dice que al final salí ganando, pero que se extrañaba que los obreros no hayan vuelto a su casa para cobrarle, le digo que no se preocupe, que yo les pagué incluso de más por tan buen trabajo, ella me dice que soy un encanto, me da un beso en la mejilla y se va dando saltitos como una niñita. Yo me siento un chico malo que ahora duerme con tres muertos en la cocina.

4 comentarios:

Adur dijo...

A que fue una experiencia propia?... porque si fue así, cuidado que te jalen la pata en las noches XD..
por otro lado, muy buen relato. Limpio y ágil al ojo.

Jimmy dijo...

Cuestión de mirar el piso de mi cocina ;-)

Adur dijo...

Demoniooos que tarado... puse porque en ves de por qué... disculpen mi tarades.. xd

Anónimo dijo...

te sucede que cuando te dicen algo o lees algo te lo vas imaginando? te imaginé todo el tiempo y fue muy bueno alucinarte enterrandolos a todos.