jueves, 22 de enero de 2009

DESALOJADO

Sandra ha decidido, a manera de expulsar demonios y malas vibras, remodelar su casa o sea que le cambien el piso, pinten y hagan algunas ampliaciones con sus correspondiente reducciones. Todo esto no debería preocuparme o extrañarme en lo más mínimo ya que estoy por demás acostumbrado a sus medidas radicales e impulsivas pero junto con esto decidió mudarse a mi casa (sin siquiera tener la delicadeza de preguntarme) hasta que la suya esté nuevamente habitable.

Los primeros días habían sido agradables, llegar a casa y encontrar alguien que te espera para acompañarte y encima con una comida digna de dioses es algo por demás deseable, pero con el transcurrir del tiempo nuestra relación amical se tornó francamente insostenible. Todo empezó un día que entré a lavarme los dientes y encontré el tubo de pasta dental destapado y, obviamente, la bendita tapita no estaba por ningún lado, cuando fui y le pregunte dónde estaba ella me respondió de lo mas fresca con su sonrisa de dientes recién cepillados "por ahí debe estar". Respuesta que me desesperó pero sacando cordura de donde no la hay opté por callar e ir a dormir.

Obviamente no pude dormir por la cólera y ella que había dormido toda la tarde y ahora estaba insomne puso música a todo volumen mientras chateaba y hablaba por teléfono (cómo diablos puede hablar por teléfono con esa bulla, es algo que nunca sabré). Así que hecho un demonio que no podía dormir me levanté y fui a pedirle por favor que dejara de hacer tanta bulla, claro que con la bulla que había no se dio por enterada. Entonces apagué su lap top y ella, frunciendo el ceño, me dijo:

-¿Qué te pasa?
-Que no puedo dormir.
-¿Y yo qué culpa tengo?
-Toda.
-No jodas, tú que estás más loco que el caballo del Quijote.
-No, la loca eres tú que a las cuatro de la madrugada sigue en una batahola de callejón.
-¿Y?
-¿Cómo que "Y"? deseo dormir y por lo tanto debes apagar todo esa bulla.
-Lo que pasa es que te estás volviendo viejo y aburrido.


Dijo esto y apagó todo. Sintiendo que había recobrado la autoridad sobre mis territorios, volví a mi cuarto, pero la sensación de victoria no me duró mucho, en verdad nada: ahora había encendido la televisión y veía a todo color (y todo volumen) a un chef preparando un exótico potaje que jamás nadie en su sano juicio comería. Como es de esperarse no pude dormir esa noche.

Ella, quizá notando su error, me preparó un exquisito desayuno y luego se fue dormir diciéndome esto:

-Ahora que te vas puedo dormir en paz, no sabes cómo me jode la bulla.
-Dímelo a mi carajo.


Me fui tirando la puerta. Cuando volví por la noche ella estaba fresca y energética, yo traía unas ojeras hasta el piso, entonces, motivado por el cansancio, decidí darme una ducha e irme a la cama sin más trámite. Me duché y cuando cogí mi toalla para sacarme, esta estaba ¡mojada! y si hay algo que odio en esta pútrida vida es justamente eso: encontrar mi toalla mojada, ni siquiera húmeda, no lo soporto. Cuando le reclamé, totalmente calato, por qué diablos mi toalla estaba así, me dijo que no encontró nada para secarse el cabello y usó mi toalla. Entonces no soporté más y le dije que si no se corregía, mañana mismo agarraba sus cosas y se iba a un hotel o a casa de alguna amiga. Ella me miró con ojos al borde del llanto y diciéndome "no jodas" me dio la espalda y se fue (a tirar a la basura la cena que me había preparado).

Me metí a mi cama y justo cuando sentía que encontraba el tan anhelado sueño ella entró, sin tocar ni avisar:

-Discúlpame.
-No se trata de eso, se trata de que corrijas tus hábitos, ésta no es tu casa.
-Lo sé, sólo quiero que me disculpes.
-Es que no pasa por eso.
-¿Me vas a disculpar o no?
-Bueno ya, te disculpo.
-¿Puedo dormir contigo?
-Sólo si prometes no hablar ni dormida.
-Ok.

De un salto elástico (y mal calculado) se metió a mi cama y golpeó mis más intimas partes, lo que me hizo dar un aullido cual fiera herida (y muy posiblemente estéril para el resto de su vida) entonces ella no sabiendo si acariciar, soplar o qué diablos hacer con la parte afectada me miró nerviosa y burlona, a mí -que las lágrimas se me salían- no me quedaban fuerzas siquiera para recriminarla. Me voltée y no sé si me quedé dormido del cansancio o desmayado por el dolor. Cuando me desperté a media madrugada sentí adormecido medio cuerpo y pensé que el golpe había sido más fuerte de lo que pensaba pero al instante descubrí el motivo: se había quedado dormida sobre mí y encima babeado media cara. La desperté –intenté hacerlo en verdad- y ella dio manazos al aire como peleando con un invisible rival, luego gritó y me tiró una bofetada y siguió dormida de lo más plácida y de lo más adormecedora encima mío.

Al día siguiente me levante, cansado y hemipléjico. Ella lo hizo feliz y me pidió dormir juntos todas las noches:

-Debería mudarme contigo.
-¿Estás loca?
-No, pero contigo he dormido como no dormía en años.
-Una noche más que duerma contigo y quedo totalmente paralizado.
-Exagerado.
-Asesina.


Esa noche cuando volví del trabajo la encontré dormida en mi cama justo de una manera en que no me permitía echarme, así que resignado guardé un poco de ropa y unos utensilios de aseo personal en una maleta y fui a casa de mi madre que sorprendida de verme llegar (y en ese ruinoso estado) me preguntó si me ha sucedido algo.

-Nada, sólo que estoy refaccionando mi casa y está en un desorden total.
-¿Te vas a quedar a dormir acá?
-¿Puedo?
-Claro.
-Gracias, madre no hay dos.


Duermo y toda la noche sueño con la vil manera que he sido desalojado de mi casa.