jueves, 9 de octubre de 2008

LAGRIMAS

Todos los días al subir las escaleras de la casa de Carmen no puedo evitar mirar ese cuadro: Es un niño que llora, tiene unas lagrimas feas y toda la tristeza del mundo encima, pero no me conmueve, no me apena como esos niños que veo en la televisión de noche echado en las piernas de mi madre, este niño llorón lo que me causa es terror, su mirada parece estar siempre encima mío, me persigue a todos lados, sólo el secreto amor que siento por Carmen me da valor para todos subir diariamente esas gradas que crujen como galletas que se parten y mirar como me mira ese niño lacrimoso.

Hoy Carmen me ha confesado su temor hacia esa imagen. No sólo le teme al pesar frente a ella, todas las noches tiene horribles pesadillas en las cuales el niño sale del cuadro y se acerca a ella suplicando ayuda, gimoteando, llorando destempladamente de la mano de Inmaculada, su niñera, pero es ella la que se despierta llorosa y aterrada. Sus papás no le creen y por el contrario la reprenden y le advierten que por nada del mundo sacaran el cuadro de su lugar.

Al contarme todo estoI me ha tomado de las manos, me he sentido emocionado, con mis manos he secado sus lagrimas, hemos urdido un plan para acabar con tan siniestro personaje, lo urdí yo en verdad, lo urdí con todo el deseo de vengar a mi amada. Esa noche sus padres se irán a una fiesta, como tantas veces me dejan quedarme a dormir en su casa bajo el cuidado de H.

Cuando sus padres se han ido Carmen aprovecha la primera distracción de Inmaculada, va al baño, abre el botiquín y saca las pastillas que su madre toma para dormir, luego a escondidas, le vierte la pastilla en un vaso de refresco que le invita, ella lo acepta con una mueca de cariño, lo bebe y no tarda mucho en quedarse dormida. Apagamos la luz, vamos a la sala, descolgamos con mucho esfuerzo el maldito cuadro y lo envolvemos con un vestido de Inmaculada para no verle esa mirada torva. Vamos al jardín interior, ella va por un envase de combustible del taller de su padre, lo rociamos y le prendemos fuego, extrañamente no tiene el olor de la madera que se quema, es un olor distinto, como cuando a nuestras madres se les quema la carne que cocinan, coincidimos en el comentario, que importa dice ella, quizás si estaba vivo, pero ya no, ya está muerto. Cuando está todo chamuscado caemos en cuenta que quemamos el vestido de Inamaculada, reímos, nos suena a travesura, recogemos los restos y los metemos en unas bolsas, lo arrojamos a la calle, ella me besa, me dice que vayamos a dormir. Duermo feliz esa noche, siento que he vengado a mi amada, siento que ese beso me volvió en todo un hombre, ya no soy un niño.

Al rato alguien me despierta de golpe, mis ojos heridos por la luz no pueden ver nada, sólo el inconfundible olor de mi madre me hacer notar quien es pero no está sola, hay a su alrededor muchos policías y hombres que hablan en voz baja, siento temor, cuando volteo para ver a Carmen noto que no está. Mi madre me dice que sus padres ya se la llevaron, que no tema, que todo va pasar, me siento terriblemente confundido. Ahora aparece mi padre que me envuelve con una sábana y me lleva, mientras bajamos las escaleras observo aterrado que ahí está el niño llorón observándome, no sólo con su mirada perseguidora de siempre, ahora me mira con cierto aire de burla. Me aferro a mi padre, nunca he sentido tanto miedo.

Apenas llegamos a casa le pregunto a mi madre qué ha sucedido, por qué tanta gente, ella no me dice nada, sólo murmulla con mi padre, cuando ella se va mi padre me mira confundido, se sienta frente a mi, y me da un abrazo, mi madre vuelve, esta hablando por el celular con O, mi hermano mayor, lo que escucho que dice me paraliza: "No te asustes Martín, tengo que contarte algo que no te va gustar, al parecer unas personas entraron a casa de Carmen y atacaron a Inmaculada, se ensañaron con ella, unos perros callejeros que pasaban por afuera encontraron su cuerpo quemado metido en unas bolsas y lo arrastraron por toda la calle, es horrible ¿cómo puede haber gente tan enferma?" Cuando termina de hablar siento nauseas, ahora me veo a mi mismo vomitando, me veo como si no fuera yo, me veo como me miraba el niño llorón. Es fácil adivinar que las pesadillas jamás van abandonar a Carmen.

2 comentarios:

Meg dijo...

Todo recuerdo regresa de una u otra forma y nos atormenta pero a veces la fuerza para enfrentarlo aparece y todo pasa.


Pd.
Gracias por la felicitacion la pase muy bien =)

Gracias.

Anónimo dijo...

?? al final el niño era invencible jojo.