jueves, 19 de noviembre de 2009

LOS MARCIANOS LLEGARON YA

Sólo algunas cosas las tengo claras y son las que pasaré a contar sobre aquel extraño encuentro cercano del tercer tipo en una oscura calle barrioltina.

Era miércoles o jueves o viernes (no lo recuerdo ahora y tampoco lo sabía en ese momento), tampoco recordaba (ni recuerdo) cuántos días llenos de drogas y alcohol llevábamos ya.

Nos juntamos nuevamente cerca de las doce de la noche, cuando en la calle sólo quedaban los pastrulos y los perros callejeros. Estábamos bien abastecidos de coca y trago, pero algo malograba nuestros planes: el nuevo alumbrado público que se estrenaba esa noche. Unos relucientes postes con sus respectivos focos lucían flamantes y erguidos iluminando cada rincón de la cuadra.

Nosotros, que éramos unos vampiros que odiábamos la luz, decidimos parapetarnos en la puerta de la vieja farmacia. Sentados en la grada principal nos llenábamos de trago y droga el cerebro. Era tanta la droga que en un momento no podíamos hablar, simplemente nos mirábamos y comunicábamos con unas indescriptibles muecas.

De pronto una potente luz anaranjada nos iluminó con violencia, casi podíamos sentir el calor que emanaba. Dejamos de lado todo lo que teníamos en la mano y miramos entre embelesados y desconcertados ese haz de luz que cada vez estaba más cerca. Uno de nosotros dio un grito terrible ¡Son los marcianos que nos han venido a llevar! Y a ninguno le quedó duda que efectivamente eso sucedía. La luz estaba cada vez más cerca y quemaba más, como la droga nos había entumecido hasta el último músculo, no podíamos ponernos de pie y sólo atinamos a agarrarnos de las manos y rezar a Dios para que nos salve de aquellos malignos seres extraterrestres que venían directo a abducirnos para someternos a sus más bajos experimentos científicos. No queríamos ser unos conejillos de indias interplanetarios. En el momento más profundo de la oración, una violenta explosión llenó de luz todo alrededor y nos encegueció por unos instantes, ni bien recuperamos la visión recuperamos también las fuerzas y salimos corriendo cada cual para su lado.

Llegué a mi casa y me escondí bajo las sábanas. No sé si fue el susto o el exceso de drogas lo que me llevó a sumergirme en un profundo sueño. Cuando desperté luego de unas horas, decidí salir a investigar si los marcianos seguían ahí afuera esperándome. Cuando gané la calle vi más luces en el lugar donde habíamos estado, eran policías que hablaban por radio y daban gritos alarmados, incluso había llegado la prensa. Envalentonado por esas presencias, me acerqué más y lo que encontré fue terrible: justo delante del lugar nuestra frustada abdución había caído –y explotado- no una temible nave espacial o siquiera un misérrimo y vulgar meteorito, nada que ver, lo que cayó frente a nosotros fue uno de los relucientes y erectos postes de luz que acababan de inaugurar esa noche, aquella noche que creímos que los marcianos habían -por fin- llegado ya.

1 comentario:

Un chico de Lima dijo...

los marcianos llegaron ya y llegaron bailando cha cha cha!