Una amiga me ha pedido que la acompañe a casa de su padre. Como no se lleva bien con él, me lleva a mí en calidad de pretexto: esperando yo dentro del auto, ella le dirá que está apurada, que tiene que hacer algo con un amigo que está en su carro y así su padre no le hablará mucho y la dejará ir pronto. Es un poco más de las ocho de la noche, el tráfico es tremendo, decide tomar el Puente Quiñónez rumbo a San Borja pero justo cuando entra en él, el carro se detiene, se chanta, se planta como una tozuda bestia de carga que siente que es demasiado el peso que lleva y decide no dar un paso más. Ambos nos miramos fijamente como decidiendo qué debemos hacer mientras de los demás autos nos lanzan todo tipo de improperios por obstaculizar el tránsito.
Me pide que baje a empujar el auto, yo me niego diciendo que está plantado en plena subida y así será imposible moverlo, ella va alegar algo pero los destemplados insultos de los chóferes me convencen de hacerlo. Me coloco detrás y empujo con todas mis fuerzas y el caprichoso auto no parece darse por enterado de mis sufridos intentos. Tomo aire y vuelvo arremeter con fuerza pero lo único que logro es que las venas que circundan mi sien se inflamen y empiecen a vibrar bruscamente. En un último y resignado intento, cierro mis ojos y le pido a Dios que me ayude, que si lo hace, volveré a creer en él y rezaré todos los días mil avemarías y tres mil padrenuestros. Es ahí cuando siento que el auto se mueve y pienso que Dios existe y los milagros también, que al fin el Supremo Creador se apiadó de mí y me envió ayuda divina. Cuando abro los ojos veo la ayuda que me envió Dios: son dos tracas inmensos (el más alto debe medir al menos un metro noventa), fortachones y (des)vestidos por un casi invisible hilo dental. Son de esos que andan agazapados en la penumbra de la noche a la espera de algún cliente y que conmovidos por mis patéticos esfuerzos para empujar el auto decidieron dejar de lado por un momento sus trajinadas labores sexuales y ayudarme. Una vez que el carro encendió , les agradecí y ellos me dijeron "cuando quieras te damos otra empujadita". Corrí al auto y le dije a mi amiga que acelere y no se detenga por nada.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
11 comentarios:
Jajaajajja, cuando quieras Jimmy!
¿Viste que Dios existe? Pero no le hagas caso a la biblia ni a los curas ni esas cosas raras. Los trabas también son una creación de Dios, sino fijate... :P
Son 10 capítulos, así que todavía falta un poco más.
Igual Buenos Aires tiene cosas lindas si te fijas bien... vos vení tranqui que en una de esas te gusta, jajaja.
Saludos!!
jajaja... Dios es grande y zapaton
Polanesa: ésa era la prueba que me hacía falta, jeje.
Daniel: y usa hilo dental o_0
Jajajaja..que bueeena!!!
Ya ves? para los ateos..Dios existe..cuando quieras otra empujadita...mi amorrrrrr!!!!
besitos,
La próxima abandono el auto.
jajaja a mi tambien me paso algo muy similar, pero es que me habian robado por ahi cerca, y estos amigos de la noche, cuadraron al ratero y me devolvieron mis cosas =).. geniales estos "tipo(a)s"
No quiero iamginarme con qué lo amenazaron :-D
HOLA: QUERIDO Jimmy: y son esas experiencias que nos reflejan que dios es grande ...
y esos hombres de la vida no son nada malos ... solo les gusta el sexo y ya :)
no leemos
Si les gusta el sexo, son buenos entonces, jeje.
Jajajaja "otra empujadita" yooooooooo yooooooo quiero una empujaditaaaaaa :$:$ jaajjaa
Esas cosas solo le pasan a Jimmy ¡¡que envidia!! sheeeeeeeesss :__(
Jajajajaja. Tu envidia es mi progreso. Besos ;-)
Publicar un comentario