jueves, 12 de febrero de 2009

CASI LO MISMO (PERO NO)

Hace varios días que no visitaba a mi madre así que ayer decidí pasar por su casa comprándole antes unos chocolates que le gustan mucho, pero tuve la mala suerte (no sé de qué me extraño si siempre la he tenido) de llegar justo cuando ella salía a hacer unos pagos así que me pidió la esperara un rato y de paso reciba a una viejísima tía mía a quien sólo conocía de nombre (María). Fue justamente por esas razones que le pregunté cómo la iba reconocer y ella me dio por toda respuesta "es una viejita, es la única que va tocar la puerta". Sin más qué hacer me senté a leer el diario (y comerme el chocolate que traje de regalo) mientras esperaba la visita.

Fue entonces que cuando ya me dormía en la espera sentí que tocaban la puerta, me fijé por la mirilla y efectivamente ahí estaba ella: una viejita arrugadísima y llena de canas que miraba ansiosa la puerta y yo conmovido por esa mirada que me resultaba tan familiar abrí la puerta, le dí un beso y sin más preámbulos la hice pasar y le pregunté si deseaba algo.

-¿Puedo usar el baño?
-Claro, cómo no.
-Gracias.
-Adelante.

Cuando salió del baño le pregunté si deseaba servirse algo.

-No gracias.
-Pero no sea así, tómese algo, mire que el frío...
-Ya que insistes te acepto un anís.
-Enseguida se lo traigo.


Sin tardarme mucho le llevé una humeante taza de anís que ella tomó precipitadamente y sin quemarse. Ni bien la terminó me dijo si podía recostarse un rato porque se sentía un tanto cansada y yo conmovido por su fragilidad y conocedor del ancestral vinculo familiar que nos unía no dudé en decirle que si y hasta sentarme a su lado y contarle mi vida mientras ella cogía sueño, cosa que no tardó mucho en suceder porque apenas empezaba ella ya roncaba como un camión viejo.

En ese momento regresó mi madre acompañado de una vieja tan vieja como la que yacía dormida tal placidamente en el sofá y mientras yo me llevaba el dedo a la boca en señal de silencio ella me miraba entre extrañada y horrorizada:

-¿Quién carajo es esa vieja?
-¿Cómo qué quién? es mi tía María.
-Oye pavazo, esa vieja no la conozco, ésta es tu tía (mientras zarandeaba del brazo a la verdadera María)

Me dijo esto mientras mi falsa tía pedía con su adormilada voz "menos bulla porque no dejan dormir" y yo entre rojo de la verguenza y conmovido por la impostora decidí despertarla y preguntarle quién era.

-Me llamo Angélica.
-¿Y qué hace acá?
-Usted debería responder eso, yo sólo pasaba por acá y me orinaba así que estaba tocando puertas a ver quien me prestaba el baño.
-La cagada.
-¿Cómo dice?
-No nada.

Sin más que hacer le pedí que se retire, ella se suso de pie, cogió los chocolates (o lo que quedaba de ellos) que traje para mi madre, se miró en el espejo y haciendo un gesto altivo se fue sin decirnos más, mientras mi madre me miraba furiosa y yo agachaba la cabeza avergonzado.

1 comentario:

leonina dijo...

que concidencia !!