jueves, 25 de septiembre de 2008

EL CHE TUERTO

Acabo de notar que no tengo más nada que hacer, he enviado mi último mail, despedido a mi última ciberamiga, colgado el teléfono, bebido la chela del estribo. Así que decido salir a fumar un porrito a la terraza, es verano, Lima es un horno, mi casa una hoguera, mi corazón un infierno. Salgo sin polo, mi abdomen luce gordo, producto de tantas cervezas y horas sin hacer nada más que chatear y matar imaginarios rivales en el Play. Enciendo el porro, miro las luces de la ciudad, es una visión que siempre me conmueve, las luces de la ciudad apagan las luces de mi vida, pienso, extraña contradicción. Maldigo.

Ahora río, me siento con taquicardia y me río de eso, cuando me drogo soy capaz hasta de reírme de un pedo del vecino, me río insensatamente. Entoonces del otro lado de la terraza aparece mi vecino, un coreano que, sospecho, recién llegó a Perú, recién llegó al infierno, tiene la sonrisa del qué no sabe lo que le espera en esta ciudad de mierda. Me mira y saluda con la mano cómo si atrapara una mosca, pronuncia algo que me suena como quien me lee la constitución húngara pero en arameo, contesto su saludo y cruzo los dedos, contra chino de mierda. Deseo que se vaya, he bajado el porro para que no lo note y la sola idea de que se extingue sin probarlo me enerva, por fin se va, chau chinito.

No termina de meterse a su departamento el coreano y levanto mi porro, lo fumo angustiado, desesperado, como si mañana se fueron a extinguir todos los campos de marihuana del mundo (o sea el apocalipsis total). Ahora sale su hija, una coreana con cara de plato y culo de negra. Me mira y sonríe, le hago una mueca, ríe más ahora, me acerco hacia su lado, le acerco el porro, le quiero explicar qué es pero ella lo coge y la da una profunda calada, el idioma de las drogas es universal. Ahora esta, literalmente "china de risa".

Trepa su lado de la terraza y salta hacia al mío, siento un poco de temor, la droga me emparanoia demasiado, alucino que su viejo es un samurai que seguro aparecerá con una espada enorme a cortarme en pedacitos, pero al verla bien, noto que se parece a Chun Li, ese personaje tan sexy de Street Fighter y se disipan mis miedos. Trae una camiseta con la foto del Che (Es un Che tuerto: Le falta el ojo derecho) y un short cortísimo que dejan a la luz sus deliciosas piernas. Para (grata) sorpresa mía saca de su apretado short (¿Cómo diablos puede entrar una mano en ese lugar tan ajustado?) un porro que enciende diestramente, se nota que no le gusta perder el tiempo, le da dos caladas, me lo toca (el porro malpensados) y lo fumo, siento el sabor de su saliva en él, no sabe fumar, pero igual, qué chucha, me excita ese sabor, me excita tu sabor de chinitadrogadictaviciosademierda pienso, pienso y me arrecho, me arrecho y la miro, la miro y me arrecho más de lo que se puede aún.

Terminamos el porro y empezamos a besarnos, siento su aliento a marihuana en mi boca, siento sus muslos contra los míos, siento sus tetas durísimas, siento que voy explotar. El Che ahora esté en el piso. Violando cualquier ley de la realidad he logrado sacarle ese short que parecía pegado a su piel, he arremetido contra ella, ella ha acometido contra mi, nos hemos drogado de sexo, más drogas, más gozo, creo que he muerto y he ido al infierno, que felicidad. Se levanta y veo nuevamente su cuerpo desnudo, es un lujo. Se viste, El Che ahora parece sonreír, ella lo hace coquetamente, toma mis cigarros y se va.

Desde esa tarde-noche salgo todos los días a la misma hora a fumar a la terraza, desde ese día El Che hace la siesta desparramado sobre mi piso, desde ese día El Che odia ser un tuerto que no puede ver claramente lo que ahí sucede.

2 comentarios:

¿De que estas Hecho? dijo...

jajaja...

pobre CHE!!

x)!

Anónimo dijo...

Me gustan tus historias medio calentonas.....