jueves, 1 de octubre de 2009

ATORO

Tengo un hambre mortal, son casi las doce de la noche y no he comido nada en el día y ya mis tripas se quieren comer entre ellas. Al fin consigo dinero y voy por comida. Decido ir a un chifa que está a la vuelta (no porque sea el mejor, si no por la simple razón que es el único local abierto a esa hora) cuando llego veo que está lleno pero igual decido hacer mi pedido y esperar. Y es justo eso lo que me toca hacer: esperar y esperar. Delante de mí van pasando todo tipo de platos, desde una humeante Sopa Wantán, pasando por un célebre "Combinado" hasta llegar al deseado "Taipá especial", pero ninguno es mío, todos tienen estómago fijo.

Ha pasado casi una hora de espera hasta que sale el ayudante del cocinero y haciéndome un guiño me avisa que el próximo plato es mío, mis tripas hacen una tregua y yo cierro los ojos mientras alucino ese pollo chijaukay que me voy a tragar apenas regrese. Pero unos gritos me sacan de ese estado de ensoñación: un comensal, al parecer tan desesperado y hambriento como yo, en su apuro por saciar su hambre se ha atorado y ahora está sobre el piso, tomándose la garganta mientras sus acompañantes no saben qué hacer, algunos lloran, otros lo desatan el nudo de la corbata y algún despistado intenta darle masajes en el pecho. Todo el personal del chifa sale a tratar de atender al futuro muerto que a cada segundo se va poniendo más azul. Para suerte de la victima, en ese momento pasa una ambulancia de los bomberos que es detenida por los gritos de algunas personas. Con una rápida técnica, el paramédico ha logrado desatorar al tragaldabas y todo parece volver a la normalidad hasta que el dueño se da cuenta que todos los demás clientes (aprovechando el pánico y confusión) se han ido sin pagar la cuenta (incluso uno se llevo uno de esos gatitos rojos y dorados con una mano alzada que a manera de amuletos para la buena suerte usan los chinos), esto despierta la milenaria ira del chino que lanzando gritos en su idioma, decide cerrar el local, expulsándonos a todos sin importarle hayamos pagado, consumido o no. Incluso el tipo que recién se recupera de su asfixia es sacado a empujones.

Una vez fuera todos, el chino baja la puerta enrollable y tranca por dentro su local. Yo miro con odio al tipo que se atoró, el se siente avergonzado y trata de esgrimir alguna explicación. No le digo nada, saco un cigarro, lo pongo en mi boca y me voy maldiciendo el momento en que se le ocurrió atorarse (y maldigo más el momento en que pasó la ambulancia).

3 comentarios:

Un chico de Lima dijo...

ya me dio hambre... y eso que es temprano y ya desayuné!

Manolo Palomino dijo...

Para pendejo el chino!!!... para pendejo el atragantado!!!... para pendejos los bomberos, y hasta seguro llegaban a comer tambien!!!

Jimmy dijo...

Malditos que lo salvaron!