jueves, 18 de diciembre de 2008

FARSANTE

Todos lo odiábamos, todos nos llenábamos de pica, de rabia y pena cada vez que lo veíamos entrar ya sea apoyado en sus muletas o socorrido por el hombro de algún solidario guardia que se sentía obligado apenas lo veía llegar (con las justas) hasta la puerta del Banco, ese mismo Banco en que nosotros, sanos y jóvenes aún, teníamos que hacer largas colas o esperar que se anuncie nuestro ticket de atención, mientras él, enyesado alguna vez la pierna , otra el brazo, pasaba de frente a ser atendido, incluso por encima de ancianas o gestantes que apenadas le cedían el paso a aquel pobre joven que siempre parecía estar sufriendo un accidente.

Hasta que llegó un malhadado día: mientras esperaba ser atendido, noté me faltaba un documento, así que decidí volver a la oficina. Para llegar rápido tomé un atajo por el que normalmente no iba, fue en ese momento que me percaté de algo que me hizo hervir la sangre de cólera: ahí estaba nuestro ex desvalido, sin yeso, montando una reluciente moto y marchándose feliz de la vida. Dudé un instante en seguirlo e increparle el por qué de su maliciosa actitud, pero decidí guardarme tamaño descubrimiento para una mejor ocasión. Las venganzas hay que pensarlas con la cabeza fría, así se disfrutan mejor.

Al día siguiente, mientras esperaba (una vez más) ser atendido, trabé conversación con una chica que había observado ya varias veces mientras ella miraba con furia a nuestro farsante personaje, le conté lo que había visto y ella alzó las manos como diciendo "lo sabía", me dijo que apenas lo viéramos entrar deberíamos desenmascararlo, luego que mejor no, que lo agarremos a golpes. Le pedí que se calmara, que mejor lo denunciemos públicamente, avergonzarlo sería el mejor castigo, ella quedó en silencio, en su mirada se podía ver como disfrutaba su imaginaria venganza.
Pero pasaron un par de días y el tipo no aparecía, llegamos a la conclusión que me había visto y sentido descubierto, por lo tanto decidió cambiar de Banco, así que mientras ella me increpaba por no haber hecho justicia en el momento exacto, en ese exacto momento apareció él en una silla de ruedas, más enyesado y dolorido que nunca y justo cuando se dirigía a la ventanilla de atenciones especiales, ella se le fue encima como una fiera, le volteó la silla, empezó a patearlo, cuando la gente le preguntó por qué abusaba así, ella grito que el tipo era una farsa, que nada de eso era cierto, que su yeso era de utilería, que para demostrarlo se lo sacaría en ese mismo momento. Dicho ésto, tomó su bota de yeso y empezó a tirar de ella con fuerza, pero más fuerte eran los gritos desgarradores de dolor que daba él ahí tirado en el piso, pero ella no detenía su vehemente accionar. Y fue tanta la brutalidad de su fuerza que terminó arrancándole el yeso, dejando al descubierto -para el horror de todos los ahí presentes- una herida recién suturada y que producto del jaleo estaba sangrando nuevamente.

Ella volteo a mirarme, dijo que yo le había dicho, yo me sentí culpable y justo cuando ensayaba una explicación que sonara lógica, el tipo, ahora casi desmayado de dolor, explicó que si, nos había mentido muchas veces, pero justo ese día que sintió descubierto su secreto, por tratar de huir al voltear la calle se estrelló contra un auto y se rompió la pierna. Eso explicaba los días que no había parecido por el Banco. En ese momento invadió a la gente una mezcla de pensamientos: Si compadecerse de aquel pobre diablo ensangrentado y mentiroso o seguir los trámites bancarios como si nada hubiera sucedido. No tardó mucho el consenso general: seguimos haciendo los trámites, claro que le cedimos el paso a nuestra justiciera, claro que levantamos bien los pies, nadie quería mancharse con la (farsante) sangre del farsante.

2 comentarios:

Azul dijo...

...siempre se recibe lo que se merece .. en comodas cuotas o todo en un mismo paquete...

un besito para nada farsante..

Anónimo dijo...

uuuu, bueno, interesante, pensé que tu eras el que le pegaba al final.