jueves, 4 de diciembre de 2008

FABRICANTE DE MENTIRAS

Él le doblaba la edad. La esperaba siempre en la esquina a la salida de su escuela. Ella no podía evitar sentir una extraña sensación en su cuerpo al pasar a su lado, si bien podía ir por la calle del frente algo la hacía pasar por donde estaba él, siempre con un cigarrillo en la boca. Cada vez que sentía su mirada penetrante, recordaba las palabras de su madre: "Ten cuidado de estar hablando con extraños, hay mucho pervertido en la calle". Esas palabras más que una advertencia le sonaban a una invitación al deseo, una tentación que en muchas de sus noches -cuando el recuerdo de él lograba calentar su cuerpo- la hacía sentirse sucia, entonces sólo rezaba y pedía perdón a dios pero terminaba cediendo a esos oscuros pensamientos.

Pero al día siguiente, cuando la hora de la salida se acercaba ella volvía a sentir ese deseo de verlo, de su mirada oscura vistiendo de deseo su cuerpo. Era el sonido del timbre anunciando el fin de las clases lo que la llevaba a volcarse apurada a la calle, jamás se quedaba siquiera un rato con sus compañeras en esas largas conversas acerca del chico que conocieron o el disco que compraron.

Él esperaba ansioso el momento de verla acercarse con su falda a cuadros, sus medias tan blancas como su piel que iba enrojeciendo a cada paso que daba hacia su mirada. A veces temía que se haga sospechosa su diaria presencia, más de una vez se había retirado cuando alguien daba una vuelta cerca a él, pero más podía su deseo que aquel temor y siempre volvía al lugar, al lugar de su futuro crimen.

Un día, sin ponerse de acuerdo, se decidieron por fin. Ella lo había imaginado toda la noche. Había sido un amanecer especialmente afiebrado, estremecida con el recuerdo de esa mirada tan excitante. Él se había prometido romper sus temores y acercarse a ese fruto prohibido. Cuando ella salió de la escuela no fue hacia él, en cambio decidió cruzar la calle y tomar aquel pasaje desolado que tanto miedo la había dado en el pasado, él -sabiendo que pensaban lo mismo- la siguió cautelosamente. Cuando se encontraron solos, lejos de aquellas inquisidoras miradas, se decidieron por fin amarse, no se preguntaron siquiera los nombres. Fue en medio de ese oscuro pasaje donde ella le entregó lo que tantas veces en noches de fantasía le había entregado ya. Y fue él quien seducido por esa flor, poseyó por fin ese púber cuerpo que tantas veces había deseado.

Ella volvió a su casa con una extraña sensación de felicidad, de ese mal que tan bien le hacia sentir. Cuando su madre la interrogó acerca de esa sonrisa enigmática, ella le dijo que hoy había aprendido la mejor lección de su vida, que nunca había deseado (subrayo imaginariamente esa palabra) tanto volver a la escuela. Él volvió a su casa con la gloria de haber tomado por fin aquel fruto tan ansiado. Desde ese día él la esperaba en el pasaje, desde ese día ella nunca más falto a clases, desde ese día ella cruzaba la calle a su encuentro, desde ese día se amaron perversamente.

4 comentarios:

Azul dijo...

...
.....
...... porque perversamente?¿

porque heee?? ...jjajajaj...

no termina de sorprenderme ust JAVIER, JIMMY, Jaime ... jjaja

me encantaria muchio saber armar una historia d esta manera... soy muy YA ! osea me siento y espero que me salga algo .. no logro formar un idea previa algo que detesto un mal mio tambien jajaj ..somos dos mal llevados jajaj

beso VOLVERÉ ...

Azul dijo...

Volví .. jaja...

Señor es como un gran estatus ... jaja...

resolvi contestarte acá !
siendo muy perversa ... pero no como ellos...los de la historia ...soy una perversa angelical...

jajajjajaja

becho y ahora si nos leemos y contestamos en otra noche de insomnio cualquiera.

buen sabado buen finde buena vida
etc

Anónimo dijo...

uuuuhhhh, te faltó, te faltó :p

Sebastián dijo...

mmmm no está mal ehh. saludos